La fiesta de la Sagrada Familia nos recuerda el don inestimable que es una familia. Cristo vino a la tierra en el seno de una familia, y hoy puede venir a cada uno de nosotros a través del amor y la fe que se encuentran en la vida familiar.
La abuela se estaba muriendo. El sábado por la mañana, mientras conducía por nuestra pequeña ciudad haciendo recados navideños, la tuve presente y recé. Al pasar junto a las luces parpadeantes, los Papá Noel y las puertas con guirnaldas, di gracias a Dios por su vida y le pedí a María que estuviera con ella. Pensé en ella mientras respiraba lenta y superficialmente, en la cama de su habitación, unas horas más al norte, en Montreal. Estaba tan cerca, pero también imposiblemente lejos, ya que los cierres fronterizos y las restricciones por coronavirus nos impedían ir a verla.
La abuela no se estaba muriendo de coronavirus. Se había recuperado totalmente el mes pasado. A los 98 años, asombró a médicos, enfermeras y a todos nosotros cuando recuperó el color en las mejillas y se sentó, comió, rió y habló del tiempo.
Mis padres, mis hermanos y yo rezamos por la abuela en sus últimos días, como ya habíamos rezado por ella muchas veces. Como ella siempre rezaba por nosotros. La abuela se esforzó mucho por educar a sus hijos en la fe católica. Siempre estaré en deuda con ella por la fe que compartió con mi madre, que a su vez la compartió conmigo, y que ahora comparto con mis propios hijos. Porque esto es lo que sucede en una familia.
La fiesta de la Sagrada Familia nos recuerda el don inestimable de una familia. Jesús podría haber venido a la tierra como un hombre hecho y derecho y dedicarse a la importante tarea de enseñar y predicar. Pero no lo hizo. Jesús vino a nosotros como un pequeño bebé. Jesús vino a nosotros en el seno de una familia.
Cada año, pero especialmente este año, la fiesta de la Sagrada Familia es para mí un recordatorio para detenerme y agradecer expresamente el don de la buena familia en la que tuve la bendición de nacer, que se remonta a varias generaciones, y el don de la buena familia que mi marido y yo nos esforzamos ahora en formar.
Nuestras familias están destinadas a ser iglesias domésticas, lugares cotidianos donde podemos encontrarnos, conocer y aprender de Dios. Donde podemos descubrir quiénes somos y quién nos llama Dios a ser, mientras noesforzamos por amarnos y servirnos los unos a los otros. En una familia, rezamos unos por otros a través de las alegrías y los retos de la vida cotidiana. Este es el ejemplo que vemos en la Sagrada Familia, y lo que yo veo en el ejemplo de mi abuela, en el ejemplo de mi madre, y que ahora me esfuerzo por vivir en mi propia maternidad.
Isabel Ana Seton conocía el don de la familia, y también conocía el dolor de la pérdida que a veces experimentamos en la vida familiar. Perdió a su madre a una edad temprana, se enfrentó al reto de perder a su marido siendo una mujer joven, y luego dos de sus hijas murieron también de enfermedad. A pesar de todo, se mantuvo firme en su fe y en su determinación de compartir esa fe con las generaciones futuras: sus propios hijos, sus hermanas en la vida religiosa y los alumnos de la escuela que fundó. Su amor maternal fue más allá de su familia inmediata, se multiplicó y bendijo al mundo entero.
Para inspirarme en mi propia vida familiar, me fijo en los generosos ejemplos de la VIrgen María, de santa Isabel Ana Seton, de mi madre y de mi abuela. Estas fuertes mujeres de fe me muestran el poder de la oración. Me dieron un ejemplo de fe permanente y me mostraron el hermoso regalo que pueden ser nuestras vidas cuando nos entregamos con amor generoso por las personas que Dios nos confía. Y lo que es más importante, me muestran que todo esto sucede en el seno de una familia. Una parte del trabajo más grande que hacemos está en la vivencia cotidiana de nuestra fe, amando a los demás dentro de las paredes de un hogar, en el corazón de una familia.
Gabrielle Noel de Tilly Gosselin falleció en paz el domingo por la mañana. Exhaló su último suspiro mientras su hija, sus nietos y sus bisnietos rezaban por ella en misa, a sólo unas horas de distancia y a un mundo de distancia. Y ahora seguimos rezando. Rezamos en acción de gracias por el don de su vida, alabamos a Dios por la forma en que nos bendijo a través de su duro trabajo y su buen ejemplo, y pedimos a Dios que la lleve a la vida eterna.
Este año guardo una foto de la abuela junto al belén del salón. Que la Sagrada Familia nos guíe y nos inspire hacia mayores cotas de santidad y fidelidad, siguiendo los ejemplos de Jesús, María y José. Que recordemos el carácter sagrado de la familia y que todos seamos buenos y fieles servidores de Dios y de los demás hasta el final.
DANIELLE BEAN es directora de marca de CatholicMom.com y ex editora y redactora jefe de Catholic Digest. Danielle es autora de varios libros para mujeres, entre ellos Momnipotent, You’re Worth It! y su libro más reciente, You Are Enough. También es la creadora y presentadora del podcast Girlfriends y una popular conferenciante sobre diversos temas relacionados con la vida familiar católica, la paternidad, el matrimonio y la espiritualidad de la maternidad. Más información en DanielleBean.com.
Fuente: https://setonshrine.org/
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