El tiempo de Adviento está marcado por tres palabras: preparación, esperanza y alegría.
Preparación: El tiempo de Adviento ofrece un camino alentador que nos ayuda a desarrollar y vivenciar aquellas actitudes interiores que necesitamos mejorar para acoger la novedad de la Navidad del Señor. La visita a los pobres es un camino que nos prepara porque, en Jesús, Dios se convierte en un ser humano, en un ser humano pobre que nace en un establo, que no tiene dónde recostar la cabeza y que muere desnudo en una cruz, que era la tortura de los más despreciados, de los más pobres de aquella sociedad. Jesús siempre vivió volcado hacia aquellos que sufrían y necesitaban ayuda. No era ajeno a todo sufrimiento. Su misión era aliviar el sufrimiento humano. Por eso se identificó con todos los pobres y excluidos de la historia.
Esperanza: este tiempo de preparación se vive desde la esperanza, la expectativa confiada, la certeza de la venida del Salvador. En tiempos en que todo parece incierto, el Adviento nos invita a una mirada más positiva, una mirada de fe hacia la realidad. ¡Cuántas dificultades hay en nuestras vidas! Y, sin importar lo grandes que puedan parecer, Dios nunca deja de apoyarnos en estos momentos. Ante el desaliento que puede aparecer en nuestra vida y en nuestro camino de fe, tengamos siempre en nuestro corazón la certeza de que Dios camina a nuestro lado. No nos deja indefensos. Nunca perdamos la esperanza. No dejemos que se extinga en nuestros corazones. Dios es nuestra esperanza. Seamos también un signo de esta esperanza para los pobres.
Alegría: es la actitud fundamental del Adviento. Es una alegría que debe desbordar en cada miembro de la Familia Vicenciana, revelando que Dios viene a consolar y animar a los pobres. El tiempo de Adviento está marcado por una alegría que surge del interior de la persona y se desborda, con una actitud de apertura y gratitud por la acción del Señor, en nuestra vocación vicenciana. Esta alegría debe ayudarnos a comprender que nuestra espiritualidad vicenciana debe ser una espiritualidad encarnada, comprometida, que actualice cada vez más nuestro deseo de vivir despojados, al servicio de los más vulnerables y descartados por la sociedad: nuestros Maestros y Señores.
Padre Alexandre Nahass Franco, CM
Fuente: http://www.ssvpbrasil.org.br/
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