Hace años, podía perder fácilmente la noción del tiempo con un rompecabezas de 500 o 1000 piezas. La imagen impresa sobre la caja del puzzle me inspiraba para ver cómo encajaban las piezas.
Hoy en día, la frustración de la piel seca y los dedos torpes me han quitado gran parte de la diversión de unir tantas piezas (pero me doy cuenta de que estas reflexiones que escribo son otra forma de trabajar en los rompecabezas de la vida).
Esta mañana leí una reflexión,“Either an Evangelizing Church or a Worldly Church” [«Una iglesia evangelizadora o una iglesia mundana»].
Me proporcionó la imagen de la «caja del rompecabezas del Papa Francisco».
Por qué los cardenales eligieron al hombre que conocemos como el papa Francisco
Hace casi 10 años, en las reuniones previas al comienzo del cónclave, el entonces cardenal Jorge Bergoglio habló de su visión del desafío que tiene la Iglesia:
«Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar, se vuelve autorreferencial y luego enferma. […] Cuando la Iglesia es autorreferencial, sin darse cuenta, cree tener su propia luz. Deja de ser el mysterium lunae y esto da lugar al mal más grave de la mundanidad espiritual».
Cuando convertimos a la Iglesia en lo que vemos en el espejo, en lugar de extendernos hasta las «periferias existenciales», sumimos a la Iglesia en la mundanidad espiritual. Hacemos que la Iglesia enferme.
En estas palabras, tenemos una imagen del programa del Papa Francisco:
En este décimo año de su pontificado, trataremos ahora de mostrar cómo se está realizando, considerando cinco documentos principales: tres exhortaciones apostólicas (Evangelii Gaudium, 2013; Amoris Laetitia, 2016; Gaudete et Exsultate, 2018) y dos encíclicas (Laudato Si’, 2015; Fratelli Tutti, 2020).
El papa Francisco: una década de documentos visionarios
«En el centro del pensamiento de Francisco está la Iglesia, una Iglesia que evangeliza y que encuentra su razón de ser en evangelizar».
Esto está en plena sintonía con la enseñanza de san Pablo VI, que una vez proclamó: «Evangelizar, en efecto, es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar».
La Iglesia existe para algo más grande que mi salvación personal.
“Evangelium Gaudium” pone de relieve la alegría y la emoción de despertar a esta nueva comprensión de Dios. Somos, individual y colectivamente, los amados de Dios, hermanos y hermanas.
“Laudato Si’’’ nos recuerda que todo está conectado.
“Fratelli Tutti” nos enseña que todos estamos conectados.
Amoris Laetitia es ahora la «hoja de ruta» de la Iglesia en temas de familia. Se centra primero en lo que es bueno en la vida de las personas, incluso en situaciones imperfectas, porque estos elementos positivos son, precisamente, signos de la gracia de Dios que ya está actuando».
Es la ley de la gradualidad, que san Juan Pablo II introdujo en su exhortación apostólica de 1981, Familiaris Consortio.
El papa Francisco suele concluir con un capítulo dedicado a la espiritualidad y a la llamada a la conversión.
Papa Francisco: llamada a la santidad y reconocimiento de los «santos de la puerta de al lado»
El Vaticano II nos recordó con fuerza «la llamada universal a la santidad».
Siguiendo sus pasos, el papa Francisco dedicó su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate a la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo.
Para Francisco, el mundo debe ser mejorado por todos, juntos.
Para un cristiano, esta responsabilidad está estrechamente relacionada con una espiritualidad profunda, orientada a que la experiencia de Dios impregne la visión de la vida y la conducta personal de cada uno.
Francisco ve una Iglesia conformada por todos los creyentes. Está, pues, conectada con el Vaticano II y su revalorización del papel de los laicos (cf. EG 102).
No es de extrañar que Francisco señale con decisión la sinodalidad como una forma renovada de ser Iglesia.
Nos pide que nos encontremos… «Acercándonos, hablando, escuchando, mirando, conociéndonos y comprendiéndonos, encontrando un terreno común» (cf. FT 198).
Qué imagen vemos…
- ¿La astilla en los ojos del otro?
- ¿O una llamada a compartir la «alegría del Evangelio»?
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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