Los niños me preguntan a menudo si he nacido «monja». Supongo que, de todos mis hermanos y hermanas, ¡quizás fuera la candidata menos probable para eso mientras crecíamos! Todos soñamos nuestros sueños y planificamos nuestro futuro según nuestra agenda, y convertirse en una hija de la caridad no estaba en mis planes. Nuestros planes pueden parecer maravillosos… pero, ¿son siempre el plan de Dios para nosotros?
Un maravilloso ejemplo de esto se ve en la vida de san Vicente de Paúl. Creció ayudando a pastorear las ovejas en la pequeña granja de su padre. Eran gente sencilla y campesina, pero reconocieron la inteligencia de Vicente y se sacrificaron para darle una educación. Vicente tenía un noble plan para su futuro… ser sacerdote. ¿Qué familia no se alegraría de que un hijo se convirtiera en sacerdote? Las razones de Vicente para hacerse sacerdote eran un poco cuestionables. En el siglo XVI, las oportunidades financieras para el clero eran buenas. Con las conexiones adecuadas, los sacerdotes podían convertirse en algunas de las personas mejor pagadas de la época. Esto es lo que atrajo a Vicente: una buena capellanía con suficiente dinero para mantener a su familia y jubilarse pronto.
El único escollo de Vicente era el plan de Dios para él. Sí, el plan de Vicente era convertirse en sacerdote, y éste era también el plan de Dios para él. Vicente tenía vocación al sacerdocio, Dios lo llamaba a esto, pero las razones para hacerse sacerdote eran diferentes en el plan de Dios para Vicente. No había jubilación anticipada para Vicente en el plan de Dios. El plan de Dios consistía en transformar el corazón de Vicente tocando las vidas de los pobres. Vicente tuvo una capellanía bien pagada. Se relacionó con la realeza y la gente pudiente, y parecería que el plan de Vicente estaba llegando a buen puerto. Entonces Dios presentó a Vicente a los pobres, y a través de ellos Vicente iba a cumplir el plan que Dios tenía para él…. para dar su vida plenamente al servicio de sus hermanas y hermanos necesitados.
El P. Vicente de Paúl de 19 años y recién ordenado nunca pudo imaginar el plan que Dios tenía para él, pero se dejó llevar por los gritos de aquellos a los que servía y, a través de la reflexión y la oración, descubrió que eran los gritos de Dios mismo. Todos tenemos nuestros planes y, a veces, cuando nuestros «planes» se ven interrumpidos, podemos sentirnos molestos e irritados. Hoy en día, muchos de nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo ven interrumpidos sus «planes» por la guerra, las preocupaciones económicas, el hambre… y muchas otras cosas. Nuestra llamada como vicentinos es estar a su lado, escuchar sus gritos permitiendo que toquen y transformen nuestros corazones, y al hacerlo, responder lo mejor que podamos, sabiendo que estos gritos son los gritos del mismo Dios.
Sor Maria Robb, HC.
Fuente: Ozanam News, edición especial de septiembre de 2022
Sociedad de San Vicente de Paúl, Consejo de Escocia
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