Aspectos destacados de la segunda parte de un documento verdaderamente profético y olvidado, publicado por los obispos católicos de EE.UU. hace más de un cuarto de siglo (véase la primera parte).
Ellos escribieron:
La comunidad católica está en condiciones de responder a la violencia y a la amenaza de violencia en nuestra sociedad con un nuevo compromiso y creatividad. Más de lo mismo no es suficiente. No basta con seguir como hasta ahora.
Las citas que siguen nos recuerdan los elementos positivos, y proporcionan un cuadro y una estrategia de abogacía de gran alcance.
Nuestras bazas
- el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo;
- los valores bíblicos del respeto a la vida, la paz, la justicia y la comunidad;
- nuestra enseñanza sobre la vida humana y la dignidad humana, sobre el bien y el mal, sobre la familia y el trabajo, sobre la justicia y la paz, sobre los derechos y las responsabilidades;
- nuestra tradición de oración, sacramentos y contemplación, que puede conducir a un deshielo del corazón;
- el compromiso con el matrimonio y la vida familiar, el apoyo a la paternidad responsable y la ayuda a los padres para que proporcionen a sus hijos los valores necesarios para vivir una vida plena;
- presencia en la mayoría de los barrios: nuestras parroquias y escuelas, hospitales y servicios sociales son fuentes de vida y esperanza en entornos de violencia y miedo;
- marco ético que nos llama a practicar y promover la virtud, la responsabilidad, el perdón, la generosidad, la preocupación por los demás, la justicia social y la equidad económica;
- capacidad de abogacía que atraviesa las falsas opciones del debate nacional: cárceles o empleos, responsabilidad personal o social, mejores valores o mejores políticas;
- una ética de la vida coherente que siga siendo el fundamento más seguro de nuestra vida en común.
Un marco de acción
Se está haciendo mucho, pero es necesari hacer más. Nuestra comunidad está llamada a reorganizar nuestras prioridades y volver a comprometer nuestros recursos para hacer frente a la violencia en nuestro entorno. Este desafío tendrá muchas dimensiones, entre ellas:
- la llamada a rezar por la paz en nuestros corazones y en nuestro mundo; la capacidad de escuchar, de oír el dolor, la rabia y la frustración que vienen con y de la violencia;
- el deber de examinar nuestras propias actitudes y acciones para ver cómo contribuyen o disminuyen la violencia en nuestra sociedad;
- la llamada a ayudar a las personas a enfrentar la violencia en nuestros corazones y vidas;
- la capacidad de aprovechar los esfuerzos existentes y los puntos fuertes de nuestra comunidad: el trabajo de las parroquias, las escuelas, las Caridades Católicas y la Campaña para el Desarrollo Humano, etc;
- esfuerzos para hacer que las principales instituciones rindan cuentas, incluyendo el gobierno, los medios de comunicación y el sistema de justicia penal.
Una estrategia de abogacía
Una estrategia de defensa que incida más allá de la retórica, a menudo vacía, del debate nacional, que incluya:
- hacer frente a la violencia del aborto;
- frenar la fácil disponibilidad de armas letales;
- apoyar los enfoques comunitarios para la prevención del delito y la aplicación de la ley, incluyendo la policía comunitaria, las asociaciones vecinales con la policía y una mayor participación de los ciudadanos;
- perseguir una justicia rápida y eficaz sin venganza;
- apoyar los esfuerzos para atacar las causas profundas de la delincuencia y la violencia, como la pobreza, el abuso de sustancias, la falta de oportunidades, el racismo y la desintegración familiar;
- promover una mayor responsabilidad personal y una responsabilidad social más amplia en nuestras políticas y programas;
- tender puentes y promover la solidaridad por encima de las diferencias raciales y económicas;
- perseguir la justicia económica, especialmente en el empleo;
- trabajar por una legislación que permita a los padres elegir y costear escuelas que reflejen sus valores;
- superar la tragedia de la violencia familiar y hacer frente a todas las formas de violencia contra la mujer;
- promover la educación, la investigación y la formación en materia de no violencia;
- responder a las víctimas de la violencia, escuchar su angustia y defender su dignidad;
- fortalecer a las familias, poniendo las necesidades de los niños y las familias en primer lugar en nuestras prioridades nacionales;
- seguir trabajando por el desarme mundial, incluyendo el freno a la venta de armas y la prohibición de la exportación de minas terrestres.
Podemos ser más de lo que somos
Nuestra fe y nuestras estructuras eclesiales pueden ser faros de esperanza y seguridad para quienes buscan refugio de las calles violentas y los hogares abusivos. Las personas pueden convertirse en pacificadores en sus hogares y comunidades. Las parroquias pueden organizar programas de tutoría para padres adolescentes.
¿En qué parte de este reto te vas a centrar tú?
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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