Jesús es la comida a la que se nos llama a todos, para que no perezcamos, sino tengamos vida eterna. ¿Venimos a ella en traje apropiado?
Para que se entre en el reino de Dios, no basta con que se esté en una comida con Jesús. Una vez, dos veces o más. Esto lo dice él al contestar al que le pregunta: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?».
No hay mención del nombre del que pregunta. Quizá se nos da a entender que es una pregunta que hace todo hombre una y otra vez. Es decir, tiene que ver ella con los interrogantes sobre el sentido de la vida (GS 1).
Pero Jesús indica que no acierta el que pregunta. Su pregunta tiene que ver, sí, con interrogantes que vienen de lo más íntimo de nuestro ser y nos dan angustia. Pero Jesús no da respuesta a la pregunta.
Para él, no es cuestión de cuántos o cuáles se salvarán. O de si solo pocos tendrán parte en reino interino del Mesías. Ni de si todos, o solo los de Israel, formarán parte de ese reino una vez establecido de modo pleno. Es cuestión, más bien, de qué han de hacer todos para lograr participar en la comida en el reino de Dios.
Se trata, sí, de qué han de hacer, los de Israel y los de oriente y occidente. Y los del norte y del sur. Pues, después de todo, el Señor reunirá a las naciones de toda lengua, y les dará una señal.
De verdad, lo que le interesa a Jesús es el cómo de la salvacion. Eso es lo que él quiere enseñar mientras recorre, de camino a Jerusalén, pueblos y aldeas. Por lo tanto, les dice al que pregunta y a todos: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha».
El camino y la comida del reino
Dos puertas hay y dos caminos: la puerta ancha y el camino fácil; la puerta estrecha y el camino angosto. La primera puerta y el primer camino, por los que pasan muchos, llevan a la ruina. Y la segunda puerta y el segundo camino, que pocos hallan, llevan a la vida.
La puerta estrecha y el camino angosto, claro, aluden a los esfuerzos que exige la conversión. Pues la puerta y el camino de Jesús no tienen que ver con la «gracia barata».
No, no nos llama él al laxismo. Es decir, ser libres no quiere decir ser libertinos (véase SV.ES XI:397). Y, claro, de Dios no se burla nadie. También ser discípulo supone las mortificaciones y correciones, de las que hablan san Pablo y la carta a los Hebreos.
Pero la puerta y el camino de Jesús tienen que ver, sobre todo, con la «fe sencilla de los pobres de Yahveh». Esa fe se opone a los que están seguros y se engríen de las bendiciones de Dios. A los que confían demasiado en ser los «primeros». En ser elegidos. Por su seguridad y su arrogancia, corren el riesgo de terminar los «últimos». Quizás no se acuerdan de lo que dice Dios: “Solo a vosotros elegí entre todas las familias de la tierra; por eso os pediré cuentas de todas vuestras iniquidades».
Por lo tanto, los que se esfuerzan en entrar por la puerta y el camino de Jesús no dan por hecha su salvación. ¿Somos de ellos? ¿Venimos en traje apropiado a la comida de Jesús?
Señor Jesús, no nos dejes ser de los arrogantes y exclusivitas que van a tu comida, pero siembran las divisiones.
21 Agosto 2022
21º Domingo de T.O. (C)
Is 66, 18-21; Heb 12, 5-7. 11-13; Lc 13, 22-30
0 comentarios