Ahora que muchos estamos a punto de «cerrar por descanso vacacional», aunque el descanso sea ahí mismo, en un banco a la sombra del porche, reflexionemos sobre las razones y las pruebas de nuestra esperanza…
Cierto verano, una amiga empezó a distribuir un regalo en formato PDF: una obra colectiva, organizada por ella, Paula Godinho, y por Pablo Pozzi, ambos antropólogos. La obra se titulaba Insistir en la esperanza y se publicó en Buenos Aires como libro digital. Poder llegar a muchas partes del planeta rápidamente y sin fronteras es una de las virtudes de los libros digitales. Era 2019 y por eso, como ahora sabemos que el libro digital no vino a matar al libro de papel después de todo, podemos con justicia y tranquilidad alabar las virtudes de ambos soportes. Pero ese no es el debate al que quiero referirme hoy.
Me gustaría llamar la atención sobre el título del libro: Insistir en la esperanza.
Este título —que toma la idea del historiador Howard Zinn— no es sólo una cita, ni un tema bonito, ni una simple inspiración para los días malos.
Es sobre todo una letanía del presente y del futuro. Una especie de oración que apoya nuestros gestos. Insistir, persistir, como una forma de ser humano, más humano. La esperanza como forma de resistencia a la implacable dureza de las luchas diarias, o como forma de resistencia a la insidiosa niebla de la indiferencia.
Permítanme utilizar un extracto de Zinn, citado en ese libro:
Insisto en la esperanza. Sí, es un sentimiento. Pero no es irracional. La gente respeta los sentimientos, pero quiere razones. Razones para seguir adelante, para no rendirse, para no refugiarse en el lujo privado o en la desesperación privada. […] He sugerido que hay razones. Creo que hay pruebas […]. Lo que decidamos destacar en esta compleja historia determinará nuestra vida. Si sólo vemos lo peor, lo que vemos destruye nuestra capacidad de hacer algo. Si recordamos los momentos y lugares —y hay tantos…— en los que la gente se comportó magníficamente, nos dará la energía para actuar, y al menos la posibilidad de empujar este mundo, que gira como una peonza, en otra dirección. Y si actuamos, por pequeña que sea nuestra acción, no tenemos que sentarnos a esperar un futuro grandioso y utópico. El futuro es una sucesión infinita de regalos y vivir ahora como creemos que debe vivir el ser humano, a pesar de todo el mal que nos rodea, es en sí mismo una maravillosa victoria.
¡Cuántas veces nos olvidamos de la esperanza, cuántas veces olvidamos el poder que nace de la esperanza! Si pensamos, como propone Howard Zinn en este fragmento, y como hacen tantos otros de diferentes maneras, si pensamos, diría yo, que la esperanza es una dinamizadora del bienestar, del hacer el bien, del querer el bien, no podemos renunciar a la esperanza.
Ahora que muchos estamos a punto de «cerrar por descanso vacacional», aunque el descanso sea ahí mismo, en un banco a la sombra del porche, reflexionemos sobre las razones y las pruebas de nuestra esperanza: las personas extraordinarias que conocemos, los ejemplos de generosidad a nuestro lado, los deportistas que se superan a sí mismos sin pensar en los récords, la música que arrulla nuestros sueños, los recuerdos de las vacaciones de hace veinte años, el sabor de las natillas de la abuela, el encuentro inesperado con un amigo (casi) perdido, la resiliencia de los que tienen que dejar su tierra y entregarse a la misión de crear nuevas raíces sin perder los lazos con su origen, la creatividad de los seres humanos de todas las edades, una mirada llena de primavera, la nueva medicina para aliviar los dolores y los días, el agua para regar los campos, la sombra del alcornoque, la luz del amanecer, la hija leyendo al aire libre, el nieto jugando a la pelota, un bailecito en la fiesta, la procesión más hermosa, la emoción con los personajes del libro, la confianza en un futuro cercano y contigo a mi lado, la tierra labrada con sacrificio que finalmente da sus frutos, la mermelada de calabaza de la tía, el ejemplo de los que luchan por sí mismos y por sus compañeros, el salario justo, ese lugar más luminoso, ese país mejor, esa tierra más nuestra, y un largo etcétera de pruebas que el lector podrá completar con su experiencia, sus anhelos, su entrega.
Insistir en la esperanza, siempre. La esperanza ayuda a lidiar con la incertidumbre, con los miedos, con un horizonte que no siempre es generoso. «La esperanza cristiana es combativa, con la tenacidad de quien camina hacia una meta segura». Cómo necesitamos escuchar permanentemente estas palabras del papa Francisco: esperanza, combate, tenacidad, rumbo.
No es fácil. Pero sin rendirnos, persistamos, insistamos en la esperanza.
Inês Espada Vieira
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
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