Entre la marea de noticias terribles que inundan los informativos en estos momentos, dos comparten mismas características y gravedad: migrantes de distintas partes del globo que pierden la vida en su viaje buscando una existencia mejor, huyendo del hambre y la violencia.
- En Estados Unidos, más de 50 migrantes latinoamericanos murieron abandonados en un camión en San Antonio, Texas (EE.UU.), la mayor tragedia relacionada con el tráfico de personas de las últimas décadas en Estados Unidos.
- En la frontera entre Melilla (España) y Marruecos, al menos 23 migrantes africanos fallecieron mientras trataban de ingresar a España.
Estas tragedias son solo dos ejemplos del Via Crucis al que muchos migrantes, principalmente del cono sur, están expuestos para buscar una vida mejor.
Mientras algunos dirigentes se escudan en la necesidad de una migración ordenada y la preferencia de una actuación en los países de origen (que, al final, ni llega, ni es efectiva, ni soluciona los graves problemas de países que sufren una guerra cronificada, como en el caso de Sudán, país de origen de la mayor parte de los migrantes muertos en la frontera de Melilla), las fuerzas del orden se excedieron claramente en sus funciones e hicieron un uso excesivo de la fuerza. Así lo testimonió António Guterres, el secretario general de la ONU:
«Estoy consternado por la violencia en la frontera entre Nador y Melilla el viernes, que provocó la muerte de decenas de migrantes y solicitantes de asilo. El uso de la fuerza excesiva es inaceptable, y los derechos humanos y la dignidad de las personas que se desplazan deben ser prioritarios para los países».
También Stéphane Dujarric, portavoz de las Naciones Unidas, aseguró este martes que tanto Marruecos como España hicieron un uso “excesivo” de la fuerza:
«Lo que ha ocurrido debe ser investigado porque es inaceptable. […] Las personas que se desplazan tienen Derechos Humanos, y estos deben ser respetados, y estamos viendo que con demasiada frecuencia no se respetan».
El martes, 28 de junio, el Comité de la ONU sobre los Trabajadores Migrantes recordó a todos los Estados “que los migrantes no deben ser sujetos a ningún trato cruel, inhumano o degradante. Los Estados deben garantizar que su Policía y prácticas en frontera respeten sus obligaciones de derechos humanos y garanticen el derecho a la vida y a la dignidad”.
No obstante, el número de migrantes muertos durante su tránsito es estremecedor. De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), dependiente de la ONU,
desde 2014 se han registrado más de 4.000 muertes al año en las rutas migratorias de todo el mundo. Sin embargo, el número de muertes registradas representa solo una estimación mínima, ya que la mayoría de muertes de migrantes en el mundo no se registran. Desde 1996, se han registrado más de 75.000 muertes de migrantes a nivel mundial. Estos datos no solo ponen de relieve el problema de las muertes de migrantes y las consecuencias para las familias que se quedan atrás, sino que también pueden utilizarse para evaluar los riesgos de la migración irregular y diseñar políticas y programas para que la migración sea más segura.
Los miembros de la Familia Vicenciana volvemos, ante esta situación, a preguntarnos, como hiciera san Vicente de Paúl, «¿Qué se debe hacer?». Conocemos a miembros de nuestra Familia que trabajan con los migrantes, tanto en España, en la frontera de Estados Unidos, como en otros países. Muchas veces la necesaria discreción hace que este tipo de labor no reciba publicidad, para evitar «represarias». Pero ante situaciones tan atroces como las vividas estas últimas jornadas en Estados Unidos y en España, no podemos menos que denunciar las prácticas que deshumanizan a las personas, vengan de las mafias que se aprovechan de los migrantes, vengan de las fuerzas policiales que hacen un uso excesivo de la fuerza.
Sin duda, acoger al forastero/a como a un hermano/a es también una forma de vivir hoy día el carisma que heredamos de san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac.
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