La continuidad del mundo en el que vivimos está comprometida. ¿Soy consciente de que el cambio empieza en mí y que el consumo consciente es la clave para luchar contra el cambio climático?
Cuando oímos hablar del cambio climático y nos damos cuenta de que la magnitud del problema al que nos enfrentamos es casi inimaginabley tan grave, podemos tener la tentación de pensar que la solución al problema requiere gestos grandiosos y proyectos que están fuera del alcance de cualquiera. Es cierto que la implicación de las grandes potencias y de los responsables de la economía mundial es necesaria, porque la lucha contra el cambio climático requiere proyectos conjuntos, que exigen un gran volumen de recursos financieros y humanos que sólo pueden obtenerse con un esfuerzo conjunto. Sin embargo, hay un aspecto fundamental que debe considerarse en este proceso de lucha contra el cambio climático: el cambio comienza con cada uno de nosotros.
El papa Francisco, en la Encíclica Laudato si’, nos dice por dónde empezar: «Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. ‘Comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico’. Por eso, hoy ‘el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros'» (nº 206).
Debemos creer en el poder de los consumidores, en nuestro poder, porque cada uno de nosotros tiene la responsabilidad y el potencial de provocar cambios en las empresas que crean los productos que consumimos. La compra es nuestro mayor voto. Los recursos son limitados (tiempo, dinero, …) y elegir cómo los distribuimos dice mucho de lo que impulsa nuestra existencia.
El razonamiento es sencillo: si compramos, las empresas producen; si no compramos, no producen. Es muy fácil eximirnos de responsabilidad, pero tenemos que desempeñar nuestro papel en este camino de transformación. Como consumidores, nos corresponde emitir nuestro voto allí donde, en conciencia, nos parezca equilibrado. La palabra clave es «en conciencia».
¿Y cómo podemos comprar «en conciencia»? Como consumidor, debo tratar de identificar las características que necesito en un determinado producto, pensar en cómo voy a comprar, elegir el fabricante/empresa en función de su responsabilidad social y medioambiental en la producción, hacer un uso óptimo del producto para que tenga una vida útil más larga y, por último, definir la forma más adecuada de deshacerse de este producto cuando ya no sea apto para su uso. Sólo así, tomando decisiones conscientes en cada una de estas etapas, el consumidor podrá comparar y elegir la mejor opción.
Cambiar el comportamiento es un trabajo difícil, que implica un camino largo y exigente, pero depende de nosotros cambiar nuestro estilo de vida y empezar a ser realmente conscientes del impacto de lo que consumimos. Entender lo que significa el consumo consciente es darse cuenta de que el consumo de cualquier cosa, ya sea un producto o un servicio, tiene consecuencias tanto positivas como negativas. El acto de consumir no sólo afecta a los que hacen la compra, sino también al medio ambiente, la economía y la sociedad en su conjunto. Por eso es tan importante reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo, ser conscientes de la necesidad real de lo que consumimos y de los posibles impactos que puede causar una simple compra.
De este modo, y «en conciencia», podremos responder a la llamada del papa Francisco: «La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: ‘Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida'» (Laudato si’, nº 207).
Mafalda Guia
Fuente: https://www.padresvicentinos.net/
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