Como Hijas de la Caridad, desde el primer día del estallido de la guerra, nosotras «corrimos hacia los necesitados como quien va a apagar un fuego». Rezamos por el fin de la guerra, acogemos a las familias, cuidamos en nuestras casas a las madres con hijos, a los ancianos y a los discapacitados; servimos de traductoras. En colaboración con varias organizaciones, les proporcionamos el sustento y compramos ropa, calzado, productos de limpieza, incluso juguetes para los niños. Les buscamos trabajo y escuelas para sus hijos. En caso de enfermedad, organizamos citas médicas y tratamientos…
¿Quiénes son estas personas que se han beneficiado de nuestra ayuda hasta ahora? He aquí algunas de sus breves pero trágicas historias:
– Sus amigos, al ver la difícil situación de la madre paralizada y viuda con una niña de doce años, hicieron todo lo posible para subirlas a un tren que las alejara de la bombardeada Kharkiv. Su abuela les acompañó en un largo viaje hasta Polonia, primero en tren y después en autobuses. Sin embargo, todos están preocupados por el hijo de la mujer (el hermano de la niña, que también es nieto de la abuela), que tuvo que quedarse atrás porque no pudo obtener documentos antes que comenzara la guerra; no tuvo tiempo de conseguir papeles de salida, ya que era el único que cuidaba de su madre paralítica y de su hermana pequeña.
– Una pareja con cuatro hijos, que huía de la guerra, llegó a las inmediaciones de Varsovia en un coche de pasajeros donde, por desgracia, un gran camión les golpeó. Su coche quedó completamente destruido, pero, milagrosamente, la familia no sufrió ninguna lesión. Cuando una hermana les preguntó qué era lo que más necesitaban en ese momento, el padre respondió: «que se unan a nosotros para dar gracias a Dios por haber salvado a nuestra familia».
– Acogimos a una familia con dos niños que llegaron en tren durante la noche. Después de dos días de descanso, decidieron ir a otro país. Recibieron billetes gratuitos en la estación y se fueron. Al cabo de dos días, nos llamaron para decirnos que nadie quería acogerlos y que volvían a Polonia; solicitaron ser acogidos de nuevo en nuestra casa. El registro electrónico de los refugiados ha comenzado hoy; ya están registrados.
– En uno de nuestros hogares, acogemos a madres con niños pequeños. Seguimos con atención las últimas normas relativas a la legalización de su estancia en el país y nos reunimos con ellas para darles información actualizada y de cualquier otro tipo. Al final de una de esas reuniones, una hermana les preguntó cuáles eran sus necesidades más urgentes. Una joven que acunaba a su hijo en brazos respondió con lágrimas en los ojos: «Sólo necesitamos una cosa: volver a nuestros hogares, con nuestros maridos y padres».
Fuente: https://www.filles-de-la-charite.org/
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