Este sacerdote falleció a causa de la Covid-19. Sus feligreses se vacunaron en su honor

por | Ene 2, 2022 | Noticias | 0 comentarios

No hay monumentos públicos para el Padre Francisco Valdovinos, un querido sacerdote católico en este pueblo no incorporado del Valle de Coachella que murió de COVID-19 a los 58 años.

El miembro de los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad llegó en 2018 para servir en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe e inmediatamente se hizo querer por los lugareños. El inmigrante mexicano, calvo, corpulento y con bigote, presionó a los políticos para que se ofrecieran mejores servicios a su congregación de clase trabajadora, y trajo por su cuenta clases de alfabetización y servicios legales.

Foto sin fecha del Padre Francisco Valdovinos, que aparece aquí con feligreses, quien murió en enero de COVID-19 a los 58 años. (Trinity Missions)

Sus sermones llenaban la iglesia cada fin de semana, y el sacerdote visitaba con frecuencia los campos agrícolas de la región con almuerzos para los campesinos, muchos de los cuales procedían de Michoacán, su estado natal.

Cuando la pandemia arrasó el año pasado el este del Valle de Coachella, Valdovinos transformó su pintoresca parroquia en un centro de distribución de alimentos y en un lugar de pruebas contra el COVID-19. Repartió mascarillas por decenas de miles y ofreció misas socialmente distanciadas, a la vez que aparecía en la radio en español para instar a los oyentes a tomarse la pandemia en serio y a vacunarse cuando el antígeno estuviera disponible.

Cuando se supo en diciembre que el COVID-19 había afectado a Valdovinos, los feligreses celebraron vigilias frente al hospital donde se encontraba internado. Más de mil personas rezaron durante una sesión de Facebook Live. Una caravana en enero para honrar su vida serpenteó alrededor de la Meca, con autos y camiones que llevaban mensajes en español como “Gracias por todo” y “Te echamos de menos”.

“La comunidad lloró cuando murió», dijo Conchita Pozar, de 32 años, una líder de la considerable comunidad indígena purépecha del Valle de Coachella. “Fue más allá de lo que la mayoría de los sacerdotes hacen. Podría haberse limitado a dar la comunión en la misa y eso habría estado bien. Pero empujó a todos a hacer más. Su legado está ahora en nuestros corazones”.

No hay monumentos públicos en la Meca para el padre Francisco Valdovinos. No hay necesidad de ninguno. La prueba de la gratitud de La Meca hacia él estaba en todas partes cuando visité el pueblo la semana pasada.

Los desinfectantes para las manos se encontraban sobre una mesa en el vestíbulo de Nuestra Señora de Guadalupe y cerca de la sacristía. Calcomanías rojas y azules separadas por dos metros marcaban las aceras y los bancos. En el campus de la iglesia había carteles en inglés y español, con una calcomanía de la Virgencita, en los que se instaba a todo el mundo a llevar mascarilla. En la ciudad, todos parecían llevarlas, tanto las mujeres que asistían a una clase nocturna de zumba en uno de los pocos centros comerciales de La Meca, como los hombres que salían a pasear por lo que es el centro de la ciudad, o los niños que jugaban al béisbol bajo las luces del complejo deportivo.

Sin embargo, el tributo más duradero a Valdovinos no era fácilmente visible: La tasa de vacunación contra el COVID-19 en La Meca. Las noticias tras su muerte instaron a vacunarse en su honor. Y lo hicieron.

Según las cifras del Departamento de Salud Pública del Condado de Riverside, el 108.4% de los residentes de La Meca están totalmente vacunados, una imposibilidad estadística que se explica por el hecho de que muchos residentes del Valle de Coachella se inocularon en la ciudad. Los registros del Departamento de Salud Pública de California son más precisos: los datos más recientes muestran que el 93% de los residentes del código postal 92254, que abarca La Meca y las comunidades más pequeñas de North Shore y Desert Camp, están totalmente vacunados.

Es solo uno de los dos códigos postales que alcanzan esa marca en Inland Empire, donde únicamente el 53.4% de los residentes están totalmente vacunados, y apenas la mitad en el condado de San Bernardino. Y La Meca forma parte de un exclusivo club de coronavirus de California: Solo el 4% de los 1.741 códigos postales del estado han alcanzado el 90% de inoculación completa.

“Cuando el padre Valdovinos murió, despertó la conciencia de la gente de nuestra comunidad para que saliera a vacunarse”, dijo el asambleísta Eduardo García (demócrata de Coachella), que representa a la región y honró su sacrificio en el pleno del Capitolio estatal poco después de su fallecimiento, levantando una sesión en su nombre. “Por su salud, sí, pero también por respeto a su vida”.

«Él estaba tomando impulso”, dijo María Machuca, ex fideicomisaria de la escuela y organizadora de la comunidad desde hace mucho tiempo. “Es una gran pérdida: no sabemos lo que podría haber hecho. Así que tenemos que continuar con lo que hizo”.

Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en La Meca, California.
(Gustavo Arellano / Los Angeles Times)

Valdovinos nació en 1962 en el pueblo de Santa Ana Amitlán en el seno de una familia de caleros. De joven estudió para ser electricista. Luego, cierto año, llegaron a su pueblo miembros de los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad (también conocidos como Misiones Trinitarias), una congregación masculina católica dedicada a las comunidades pobres y marginadas.

“Vio el bien que hacíamos y decidió unirse a nosotros”, dice el reverendo Guy Wilson, S.T. párroco de la iglesia del Sagrado Corazón de Camden, Mississippi, vicario de misiones de Trinity Missions, y formó parte de la delegación que inspiró a Valdovinos a hacerse sacerdote. “Ya entonces estaba decidido a ayudar”.

Valdovinos se ordenó en 1994, y ejerció su ministerio en Puerto Rico y Costa Rica antes de encontrar su vocación de justicia social en Tallahassee, donde conducía más de 300 millas los fines de semana para visitar los campos de trabajo y las prisiones del norte de Florida. En 2007 se trasladó a la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria en Compton, donde Valdovinos decidió combatir la violencia en la ciudad con clases de educación para adultos, ferias de salud y asesoramiento a los jóvenes.

«¿Cómo se puede detener la violencia sin trabajo, sin educación, sin comida, sin vivienda, sin transporte?”, dijo al L.A. Daily News en 2015. “Esta es una cultura de violencia, de generación en generación, en la que están acostumbrados a vivir así».

Tres años después, Trinity Missions pidió a Valdovinos que dirigiera Nuestra Señora de Guadalupe en La Meca. Wilson era entonces párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Soledad en Coachella, y recordaba las dudas iniciales de Valdovinos.

“Nunca quiso dejar ninguna misión en la que trabajaba”, dijo Wilson. “Cuando Francisco veía que había que hacer algo, ponía sus energías en ello, y no se lo ibas a quitar. Pero en La Meca, Francisco encontró realmente su hogar”.

En su primera misa en el desierto, más de 50 de sus antiguos feligreses de Compton se presentaron para darle el último adiós. Machuca estaba entre el público ese día.

“Eso fue un indicador de: ‘En verdad va a ser bueno para nosotros’”, subrayó.

Unos días después, Valdovinos se presentó sin previo aviso en su despacho. “Me dijo: ‘Tenemos mucho trabajo que hacer juntos’”, relató Machuca riendo. “Y lo hicimos”.

Un cartel que insta a la gente a llevar mascarilla en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en La Meca, California.
(Gustavo Arellano / Los Angeles Times)

Valdovinos unió sus propias redes de servicios sociales a las ya existentes en La Meca. Esas conexiones fueron vitales cuando la pandemia finalmente llegó. Nuestra Señora de Guadalupe distribuyó más de 250.000 libras de alimentos el año pasado, y la imagen de un Valdovinos con mascarilla repartiendo bolsas de comida a las familias o empujando una carretilla apilada con sacos y cajas lo convirtió en un habitual de las emisiones televisivas locales en inglés y español.

Wilson vio por última vez a Valdovinos en diciembre, justo antes de que su amigo contrajera el COVID-19.

“Hablamos de sus planes y de las necesidades en la Meca, y le dije: ‘Francisco, ten cuidado’”, relató Wilson. “‘Estás con la gente todo el tiempo’. Su muerte nos afectó mucho, porque era muy bueno en lo que hacía”.

Dos días después de su deceso, Trinity Missions publicó un breve video en su memoria, que es lo más parecido a un manifiesto personal que jamás ofreció Valdovinos.

Desde el interior de Nuestra Señora de Guadalupe, el sacerdote declaró: “Se puede predicar. Pero hay que demostrarlo, con acciones”.

Gustavo Arellano.
Fuente: https://www.latimes.com/espanol/california/articulo/2021-11-01/francisco-valdovinos-mecca-trinity-missions-iglesia-catolica

Gustavo Arellano es columnista de Los Angeles Times, y cubre todo lo relacionado con el sur de California y buena parte del oeste y más allá. Anteriormente trabajó en OC Weekly, donde fue reportero de investigación durante 15 años y editor durante seis, escribió una columna llamada ¡Ask a Mexican! y es autor de «Taco USA: How Mexican Food Conquered America». Es hijo de dos inmigrantes mexicanos, uno de los cuales llegó a este país en el maletero de un Chevy.

Etiquetas: coronavirus

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