No hay duda del lugar que ocupa María en nuestra historia, la historia de la salvación.

Celebramos su concepción, su nacimiento, la presentación en el templo, la anunciación, la visitación, su maternidad, su dolor, su corazón inmaculado, su asunción y su condición de reina en el cielo, y su poder de intercesión a través del rosario.

En total, hay más de 17 fiestas y conmemoraciones, dos meses de devociones populares. Mayo y octubre, e innumerables oraciones y novenas dedicadas a María a lo largo del año.

¡Son muchas celebraciones! Pero todas estas celebraciones pueden hacernos perder de vista algunas verdades olvidadas.

A veces olvidamos las raíces de María

Antes de convertirse en la madre de Jesús:

• fue una chica joven, probablemente de unos 13-14 años,
• era pobre,
• estaba empapada en la piedad ordinaria de su época,
• rezaba por el Mesías que la liberaría a ella y a su pueblo,
• fue fiel a las 613 leyes de la Torá,
• estaba comprometida con un matrimonio arreglado por sus padres.

Seguimos olvidando… que era simplemente un miembro fiel de una comunidad ordinaria que trataba de encontrar su camino a través de las dificultades normales de la vida.

En esto, es nuestra hermana. Su experiencia es muy parecida a la nuestra.

Ella no era diferente a tantas mujeres en miles de pueblos como existen hoy en día en los guetos y barrios pobres de todos los continentes. Su vida y su trabajo diario eran duros.

Con José, crió a Jesús en circunstancias opresivas, luchando por pagar los impuestos con los que los ricos se enriquecían a costa de los pobres. Como la mayoría de los personajes de la historia del mundo, la mayor parte de la difícil vida de María no quedó registrada. Nosotros rellenamos los espacios en blanco.

Su historia se entrelazó con muchas otras

La Anunciación como un desafío sorprendente

La suya es la historia de un gran regalo. Pero me temo que corremos el riesgo de perder el rumbo al centrarnos en el don de ser la madre de Dios.

Seguramente se sorprendió en la Anunciación. Sin embargo, es un modelo para nosotros de lo que significa ser creyente en los tiempos más confusos.

En su respuesta fue fiel a lo que Dios le pedía, aunque no entendiera por qué o cómo.

La Visitación como «devolver el favor»

Aparentemente vemos a dos mujeres embarazadas haciendo lo que hacen naturalmente: compartir la maravilla del embarazo y apoyarse mutuamente.

Pero hay un nivel más profundo: el nivel de «devolver el favor».

Muchos recordarán una película del año 2000 llamada «Pay It Forward» [Cadena de favores]. La frase central de la película era: «Cuando alguien te haga una buena acción, no se la retribuyas, sino devuélvele el favor».

Dios le hizo a María el mayor regalo imaginable al visitarla tanto en la visita del ángel, como «ensombreciéndola» en lo más profundo de su ser.

En su viaje de visita a Isabel, María simplemente estaba «pagando su regalo» al ofrecer a su anciana prima una ayuda muy bienvenida.

Intersecciones con nuestras historias… tu historia

Recordando sus antecedentes, vemos que su experiencia es muy parecida a la nuestra. Lo que ella hizo de manera literal —llevar y hacer presente a Dios en la historia— también debemos hacerlo en nuestras propias vidas.

Hay dos cosas de la visitación de María que todos y cada uno de nosotros podemos hacer.

En la anunciación de nuestro Bautismo, se nos desafía a ser portadores de Cristo, a ser Cristo en medio de nuestras vidas ordinarias.

Su visitación nos desafía a «devolver el favor».  Lo hacemos cuando salimos de nosotros mismos para visitar y encontrar a nuestro prójimo, especialmente cuando es extranjero o diferente a nosotros.

¿No es esto lo que el papa Francisco tiene en mente cuando pide a toda la Iglesia que se visite y se encuentre con el otro?

¿Reconocemos y nos alegramos de la «anunciación» de nuestro bautismo y aceptamos el reto de «devolver el favor» en nuestros encuentros diarios con los demás?

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk