San Marcos relata que un día Jesús estaba enseñando en el Templo (Mc 12,40 ss)
¿Qué hacía Jesús?
Jesús está haciendo lo que siempre hace en los evangelios. Lo que le llama la atención y conmueve su corazón son los más necesitados: los que necesitan el perdón… los que, como en el caso de la viuda, necesitan que alguien se ponga de su lado, que hable por ellos, que les aconseje y proteja sus intereses.
Aquel día, mientras Jesús estaba sentado en el recinto del templo, ¿qué le impresionó? ¿Qué le llamó la atención?
- No las cosas superficiales que impresionan a tantos en nuestro mundo.
- No las ropas caras de los prósperos.
- No la alta posición social de los escribas.
- Ciertamente, no sus aires religiosos.
- Ni la forma en que esos escribas, expertos en leyes, trataban a las viudas.
Jesús vio lo que otros habrían pasado por alto: una mujer mal vestida, de aspecto triste y con el dolor escrito en el rostro, que acudía al Templo. Tal vez era una de las que habrían sido apartadas a codazos para dejar espacio a los prominentes y conocidos benefactores, con oro y plata en sus bolsas de dinero. La viuda no era importante.
Enseñando a los discípulos a ver lo que él vio
Jesús se levantó del lugar donde estaba sentado y llamó a sus discípulos. El maestro tenía una lección para ellos. Quería que sus discípulos observaran lo que él había observado.
Quería que se fijaran en la viuda. Si iban a ser sus discípulos, a vivir su estilo de vida, entonces los necesitados y los abandonados debían ser lo primero a sus ojos. También debían ver cuán puras eran las intenciones de la viuda, al acercarse a adorar a Dios.
Entre todos los llamados «religiosos» que estaban allí ese día, la viuda era la única con verdadera religión. Ella, no los escribas, era la figura religiosa importante en la historia. Ella, y no los escribas, fue honrada por Jesús.
Marcos nos enseña a ver lo que Jesús vio
Muchas cosas pueden parecernos ordinarias, en algunos días insignificantes. Pero puede que esa no sea la forma en que Jesús ve nuestras vidas.
Recuerda cómo describió Jesús a la viuda: hacer un simple acto de amor era más importante que cualquier otra cosa que estuviera haciendo en aquel impresionante Templo, con toda esa gente supuestamente importante alrededor.
A menudo echamos de menos la santidad y la importancia de nuestras propias ofrendas diarias al servicio de Dios, de la familia y del prójimo. Rezamos para que un renovado don del Espíritu nos abra los ojos y los oídos para ver y escuchar con los propios ojos y oídos de Jesús.
Marcos ha ido mostrando que Jesús fue dando su vida a lo largo de todo su ministerio. Curó al leproso desesperado; consoló al padre y luego curó a su hijo que yacía en el suelo; alimentó a las multitudes que le siguieron al desierto; se enzarzó incansablemente en discusiones con los líderes religiosos que le acosaban, etc.
El evangelio nos dice que Jesús utilizó bien sus ojos.
Vio a esos escribas y su hipocresía.
Se dio cuenta con un corazón lleno de compasión y con un agudo sentido de lo que estaba bien y lo que estaba mal.
Hay algo más que vio… pero que todavía no hizo explícito a sus discípulos. Todavía no estaban preparados para esta lección.
La viuda no era una desconocida para Jesús. Él vio en ella lo que él mismo estaba haciendo todo el tiempo. Él también había estado dando todo lo que tenía y seguiría haciéndolo, hasta dar toda su vida por nosotros en Jerusalén.
Recibimos a Jesús en cada Eucaristía para que, como él, podamos dar nuestra vida al servicio de los que él siempre nos señalaba, como hizo con sus discípulos, los más pequeños de nuestro entorno.
Para reflexionar…
- ¿Nos fijamos en la bondad de la gente corriente?
- ¿Has pensado alguna vez que la viuda que lo dio todo hizo lo mismo que Jesús en la cruz?
Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk
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