La semana pasada fueron las fiestas de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos. En ocasiones anteriores he reflexionado sobre esa maravillosa frase del papa Francisco: «los santos de al lado».

Este año mi mente se dirige en una dirección diferente. La muerte y nuestros «asuntos pendientes».  Tomé este camino a raíz de una reflexión de Ron Rolheiser de 2002, que apareció en mi bandeja de entrada esta mañana: Privileged Communication within the Communion of Saints  [Comunicación privilegiada en la comunión de los santos]. Allí dice:

Los accidentes, las circunstancias desafortunadas y la complejidad de las relaciones humanas conspiran para que, a menudo, las personas mueran en situaciones poco ideales: enfadadas, comprometidas, sin perdonar, amargadas, inmaduras, sin reconciliarse……

A veces también la propia causa de la muerte habla de la falta de paz: la embriaguez, la sobredosis de drogas, la depresión, la imprudencia, el suicidio.

La muerte suele pillar a las personas antes de que hayan tenido tiempo de hacer y decir las cosas que deberían haber hecho y dicho. Invariablemente hay algún asunto pendiente.

A muchos de nosotros nos han muerto personas cercanas con las que teníamos asuntos pendientes, una herida que nunca se reconcilió, una injusticia que nunca se rectificó, una amargura que nunca se suavizó.

El dolor de esto puede persistir durante mucho tiempo. Nos quedamos diciendo: «¡Si hubiera otra oportunidad!»

La comunión de los santos como «comunicación privilegiada»

Continúa diciendo:

Pues bien, hay otra oportunidad. Una de nuestras maravillosas, aunque descuidadas, doctrinas cristianas es nuestra creencia en la comunión de los santos.

Señala que la comunión de los santos es una doctrina que está consagrada en el propio credo y nos pide que creamos que seguimos en comunicación vital con los que han muerto.

Creer en la comunión de los santos es creer que podemos seguir atendiendo los asuntos pendientes en nuestras relaciones, incluso después de la muerte.

Por decirlo simplemente: podemos seguir hablando con los que han muerto y podemos, incluso ahora, pronunciar las palabras de amor, perdón, gratitud y arrepentimiento que idealmente deberíamos haber dicho antes. De hecho, dentro de la comunión de los santos, la reconciliación que siempre se nos escapó mientras esa persona estaba viva puede tener lugar ahora más fácilmente.

Esto puede ser un inmenso consuelo para nosotros. Lo que no podemos llevar a la plenitud en esta vida puede, si estamos atentos a la comunión de los santos, completarse después. Seguimos teniendo comunicación, una comunicación privilegiada, con nuestros seres queridos después de la muerte.

Entre las maravillas de esto está el hecho de que todavía tenemos la oportunidad de arreglar las cosas, después de la muerte, que no podíamos arreglar antes de que la muerte se llevara a un ser querido.

Nuestros asuntos pendientes con Jesús

Llevando su pensamiento más allá, me di cuenta de que otra forma de asunto inacabado que muchos afrontan es honrar las «últimas palabras» de una madre o un padre. «Cuida de tu hermano», «Cuida de tu madre».

A menudo he hablado en los funerales de mantener vivo el recuerdo de otro viviendo algún aspecto de la vida de esa persona… bondad, valor, paciencia…

Al pensar en esto, pienso en Jesús diciendo a su madre «cuida de tu hijo»… y a Juan «cuida de tu madre». Esta es quizás la conciencia más dramática de la comunión de los santos.

¿Acaso estas últimas palabras no eran simplemente la expresión de lo que dijo la noche antes de morir?

Jesús dijo a los discípulos… y a nosotros…

¿Comprendéis lo que he hecho? Si yo, vuestro Señor y Maestro, os he lavado los pies, lavaos los pies los unos a los otros. Hacedlo en memoria mía.

¡Hacedlo en memoria mía!

• ¿Cómo entiendo la comunión de los santos?
• ¿Soy consciente de lo que me piden las últimas palabras de Jesús?
• ¿Pongo algún límite sobre las personas cuyos pies voy a lavar?

Publicado originalmente en Vincentian Mindwalk