Hoy conmemoramos el día de san Vicente de Paúl con todos los vicencianos, un día para orar, reflexionar y celebrar. En la Alianza Famvin con las personas sin hogar, no podemos olvidar que ayer también conmemoramos la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. La FHA trabaja cada día para hilvanar nuestro carisma y tradición con nuestra labor con refugiados, desplazados internos y supervivientes de trata, algo que no ha cambiado a pesar de habernos visto obligados a aplazar nuestra conferencia.
En el mensaje de este año para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el papa Francisco ha llamado a los católicos a trabajar por un “Nosotros” cada vez más grande para “construir juntos nuestro futuro de justicia y de paz, asegurando que nadie quede excluido”. También llamó a la Iglesia “a salir a las calles de las periferias existenciales para curar a quien está herido y buscar a quien está perdido, sin prejuicios o miedos, sin proselitismo, pero dispuesta a ensanchar el espacio de su tienda para acoger a todos. Entre los habitantes de las periferias encontraremos a muchos migrantes y refugiados, desplazados y víctimas de la trata, a quienes el Señor quiere que se les manifieste su amor y que se les anuncie su salvación”.
Estas palabras no pueden resonar más con los vicencianos, ya que hemos estado haciendo exactamente lo que pide el papa desde los tiempos del propio san Vicente. Entre 1639 y 1649 organizó campañas para ayudar a los que sufrían por las guerras, las plagas y la hambruna. Problemas que resultan familiares a los vicencianos que trabajan con refugiados hoy día. La colaboración también fue un elemento indispensable desde el primer día, como cuando las Damas de la Caridad (hoy AIC, la primera rama vicenciana), recaudaron fondos para permitir a san Vicente llevar a cabo su misión.
El mismo espíritu lo podemos encontrar en muchos proyectos vicencianos que trabajan con refugiados en diversas partes del mundo. Este año abrió sus puertas la Villa San Vicente de Paúl en Perú, donde se presta especial atención a los refugiados venezolanos. La Congregación de la Misión, la Sociedad de San Vicente de Paúl, AIC y la JMV colaboran para aliviar una de las peores crisis migratorias en el mundo. Es fácil encontrar a los vicencianos allí donde los problemas son más severos. En el sur de España, una de las fronteras de Europa y África, las Hijas de la Caridad apoyan a mujeres supervivientes de trata, ayudándolas a escapar de esas redes y a comenzar una nueva vida. Los vicencianos también se adaptan a los nuevos retos. En Nueva Zelanda, un proyecto de la Campaña “13 Casas” trabaja con refugiados climáticos de Kiribati, un problema que se agudizará en los próximos años en más países.
Durante los próximos tres años, al priorizar el trabajo con los refugiados y los habitantes de barrios marginales, nos adentraremos todavía más en las “periferias existenciales” de las que el papa Francisco nos hablaba en su mensaje, esforzándonos por crear ese “nosotros” más amplio que no deje a nadie atrás. Miramos hacia adelante, pero con los pies firmes en el carisma vicenciano, manteniendo presentes las palabras de san Vicente: “No hay acto de caridad que no vaya acompañado de justicia”.
Fuente: Famvin Homeless Alliance
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