Rumores, no; conocimiento íntimo, sí

por | Sep 8, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 Comentarios

Jesús es el Mesías, el Cristo, el Ungido.  Conocerlo y confesarlo así es ir más allá de los rumores; es vivir y morir como él (SV.ES I:320).

Corren rumores de que Jesús es Juan Bautista redivivo.  O es Elías, el que se espera venir antes de que llegue el Día del Señor (Mal 3, 23).  O uno de los profetas.

Para ir contra la corriente, por supuesto, y no dejarse llevar por tales rumores, se necesitan fuerza y valentía. Y ésas no le faltan, por gracia, a Pedro.  Es que Dios revela a los sencillos esas cosas que esconde a los sabios.

Así pues, acierta Pedro; afirma que Jesús es el Mesías.  Pero de inmediato, se les advierte a los discípulos no decírselo a nadie.  Y Jesús impuso también tal prohibición tras la curación del sordomudo.  Es como si le gustase al Maestro que sus discípulos no añadan a los rumores que ya hay.  Después de todo, a los discípulos les queda aún mucho por aprender para que piensen como Dios.

Ellos dejan mucho que desear, sí, en cuanto a su formación, aunque se ha de admitir que ésa es como la nuestra.  Es decir, es una tarea para toda la vida (véase también estos enlaces).  Pero, sí, los discípulos,—al parecer de Marcos—, forman parte del la confusión más que de la claridad.

Es que esos allegados de Jesús no le entienden, ni su misión, mejor que otros.  Son de poca o ninguna fe (Mc 4, 40); no captan lo que se les enseña (7, 18; 9, 32).  ¿Son ellos ingenuos o tercos?  Pues discuten quién de ellos es el más grande, y delatan sus ambiciones (9, 34; 10, 37).  Como si Jesús nunca les hubiera hablado de lo decisiva que es la cruz, la humildad, la pequeñez, la servitud.  Sí, algo más les tiene que desvelar el Maestro.

No a los rumores, pero sí al conocimiento de cerca

Mucho más se les ha de dar a conocer a los discípulos para que no pertenezcamos a Satanás.  Y para ser de Jesús, no nos basta con los rumores baratos y confesiones fáciles.  Le hemos de conocer de modo personal y penoso.

Es por eso que, con nuestras cruces a cuestas, caminaremos con él, para que le conozcamos como Mesías.  Y en su muerte y pasión se nos da a conocer de forma clara que lo es él, según Marcos.

Por lo tanto, tener fe es acoger la cruz, en la que se entrega el cuerpo y se derrama la sangre.  Solo por ella se consuma nuestra liberación, salvación, de las fuerzas mortíferas del egoísmo y la codicia.  En ella están la esperanza y el perdón para los ingenuos, tercos, no siempre fieles.  Y deja claro la cruz que las contrariedades acompañan a los que hacen el bien (SV.ES I:143).  Al justo, no cabe duda, se le acecha (Sab 2, 12).  Vivir como Jesús quiere decir morir como él (Fil 1, 21; SV.ES I:320; véase también esto).

Allí, al pie de la cruz, sí, es el mejor lugar donde ponernos (SV.ES I:206).  Si no nos huimos de Jesús en la cruz, nos quedará claro que él es Hijo de Dios (Mc 15, 39).

Señor Jesús, cuéntanos entre tus siervos que no se echen atrás.  Que te abracemos con fe que se pruebe viva por las obras.  Pues tú eres el primero de los hermanos y hermanas desnudos, hambrientos y sedientos.  Así te conoceremos, no por los rumores, sino de cerca, al pie de la cruz. 

12 Septiembre 2021
24º Domingo de T.O. (B)
Is 50, 5-9a; Stg 2, 14-18; Mc 8, 27-35

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