A veces bastante.
Mira por ejemplo los cambios de nombre en el deporte. Tratando —en fin— de dejar atrás nombres ofensivos a los Americanos Nativos, el equipo de futbol americano en Washington dejó de usar “Pelos Rojos” y en béisbol Cleveland eliminó “Indígenas”.
Recientemente el Movimiento Climático Católico Global cambió su nombre. Viendo que este nombre era muy largo, que no se traduce bien a otras lenguas y culturas, y que suena un poco institucional, la junta directiva y los líderes consultaron ampliamente, rezaron sobre el asunto, y finalmente declararon que el nuevo nombre sería Movimiento Laudato Sí.
Uno de los consultados, que bendijo el nuevo nombre en Pentecostés, es el autor de Laudato Sí, documento considerado por muchos el logro más significativo del papa Francisco hasta la fecha.
Es un cambio interesante. A menudo, un «movimiento» alcanza cierto éxito y luego se convierte en algo más institucional, o al menos es considerado como tal. En este caso, un «movimiento» sigue siendo uno con un nombre que indica aún menos institucionalización y más acción, caminar juntos, crear algo, empujar hacia adelante… ¡bueno, moverse!
El cambio también tiene una característica fascinante. «Laudato Si» es una oración de alabanza a nuestro Dios creador: alabado seas. No a un Dios que una vez creó, sino a uno que está creando. Que no ha terminado. Que trabaja a través de nosotros para seguir creando, o recreando, la faz de la Madre Tierra, nuestra Casa Común. Así que cuando decimos «Laudato Si» estamos haciendo mucho más que referirnos a un gran documento; estamos rezando.
Por tanto, celebremos el cambio de nombre de la mejor manera posible: convirtiéndonos en verdaderos administradores de la creación, y rezando conscientemente ese nombre. ¡Laudato Si!
Jim Claffey
Representante de la ONG de la Congregación de la Misión ante las Naciones Unidas
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