Jesús muere por nosotros para que vivamos para él y con él. Tal vivir quiere decir atravesar pruebas y así lograr ser una nueva criatura.
Acaba de enseñar Jesús a las turbas con parábolas. Y una de las lecciones del día es sobre la confianza en Dios. Es que, por muy pequeño que sea lo iniciado por la inspiración de Dios, él lo lleva a pleno cabo. Pero, ¿no se les ha de hacer pruebas a los discípulos en particular, para ver si han captado la enseñanza?
Pero sean intencionales o no, las pruebas no pueden faltar, como da a entender la frase «al atardecer». Pues atardecer indica que caerán las tinieblas, la noche, las que con frecuencia quieren decir caos, peligro, muerte, mal, pecado.
Y por si no bastase el «espanto de la noche» (Sal 91, 5), Jesús dice a los discípulos: «Vamos a la otra orilla». Por lo tanto, emprenden la travesía hacia un lugar extraño, nuevo.
Pero resulta que las pruebas surgen debido a la travesía y no a un mundo extraño. Es que de pronto la barca está a merced de una tormenta. El viento alza las olas de modo que rompen contra la barca hasta llenarla de agua.
Jesús, mientras tanto, está a popa, dormido sobre un almohadón; los confiados en Dios en seguida se duermen (Sal 4, 8). Y los discípulos, por su parte, con temor de que se van a hundir, despiertan al Maestro. Le dan a entender que él no se preocupa de verdad de ellos. Parece, pues, que se niegan a aceptar la situación.
Creer en Cristo es atravesar pruebas por él (Fil 1, 29).
Pero no hace caso Jesús de lo que le ha dicho los discípulos. Le basta con ponerse de pie e increpar al viento, y mandarle luego al lago que se calle. Y así como le obedecieron los espíritus inmundos (Mc 1, 27), así lo hacen también el viento y las aguas. Entonces, Jesús les da a entender, a su vez, que la cobardía descubre que aún no tienen fe.
La fe, sí, es decisiva. Pero la fe no es un calmante que nos deja pasivos, apáticos, mediocres, tibios. Deja claro Jesús que hay que afrontar con resuelto, junto con él, los momentos duros.
La fe nos conforta, pero el vigor que se nos da no es para que nos quedemos acostados. Es para que nos pongamos de pie y hagamos frente a las pruebas que se nos presenten. Para que nos atrevamos a ir a la otra orilla, desconocida. Pues no nos hemos de hacer como los caracoles que temen lo que hallan fuera de su concha (SV.ES XI:397). Por la fe, sí, soportaremos las pruebas; no nos pueden ellas apartar del amor de Dios en Cristo Jesús (Rom 8, 37. 39). Y lograremos ser de la nueva creación.
Señor Jesús, no nos dejes solos a los que carecemos de fe y fuerza. Haz que no decaigamos ante las pruebas.
20 Junio 2021
12º Domingo de T.O. (B)
Job 38, 1. 8-11; 2 Cor 5, 14-17; Mc 4, 35-41
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