Jesús subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Por lo tanto, nos fijamos en él, el mismo que antes bajó a la tierra.
Resucitar con Cristo quiere decir buscar los bienes del cielo (Col 3, 1). Pero después de la ascensión, los once se van a pregonar el Evangelio. ¿Será por la pregunta: «¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?».
Con esa pregunta, es como se les dijese que hay mucho trabajo que los espera no arriba, sino abajo. Solo se mira hacia arriba para asegurar que todo acá sea réplica exacta de lo que se ve allá (Éx 25, 40; Heb 8, 5). Venga, sí, el reino del Padre; hágase su voluntad en la tierra como en el cielo. Así pues, se les aviva a mejorar este mundo, a construir un mundo más humano (GS 39. 57).
Ya subió Jesús al cielo, sí, y nos dejó aquí con la misión de proclamar el Evangelio. Y se nos recuerda que «subir» supone bajar antes a la tierra (Ef 4, 9). Puede ser que así se nos anime a aceptar nuestra tarea. Es decir, a quedarnos en esta vida para provecho ajeno, en vez de partir para estar con Cristo (Fil 1, 23-25).
Pero lo cierto es que, no importa cuál prefiramos, nos toca procurar que Jesús lo llene todo (Ef 4, 10). Ha de ser nuestra oración que nosotros y los demás nos colmemos de la plenitud de Dios (Ef 3, 19). Que todos logremos ser hombres perfectos a la medida de la estatura de Cristo en su plenitud (Ef 4, 13).
Vivir en el mundo al igual que Cristo quiere decir subir al igual que él al cielo.
El Hijo de Dios bajó del cielo para mostrarnos lo mejor de la humanidad convertida, renovada, ascendida. El Verbo encarnó la justicia, la paz y el amor solidario. No se encerró nunca en sus intereses. Se tomó el ser el último y esclavo de todos. Y al fin, entregó su cuerpo y derramó su sangre por los demás. Es por eso que Dios lo levantó; subió al cielo el Hijo.
Y se nos exhorta, claro, a que los cristianos tengamos esa misma actitud de Cristo. Es decir, hemos de cambiar el modo de pensar, sentir y actuar del mundo por el del Maestro. Pasaremos haciendo el bien. No imitaremos a los caracoles que se prefieren encerrar en la concha. Aliviaremos, más bien, los sufrimientos de los que se nos presentan, los sufrimientos que nos da a conocer Dios (SV.ES XI:397-398).
No, no nos ajustaremos al egoísmo y la codicia del mundo. Nos vaciaremos, sí, de nosotros mismos, para revestirnos de Jesucristo (SV.ES XI:236). Si nos falta la compasión, lo que querrá decir que no está con nosotros Cristo, seremos cristianos en pintura, ni siquiera humanos (SV.ES XI:561). Tampoco se nos levantará ni se nos hará subir al cielo.
Señor Jesús, haz que al mirar al cielo, nos esforcemos por construir un mundo más digno de los hombres.
16 Mayo 2021
Ascensión del Señor (B)
Hch 1, 1-11; Ef 1, 17-23; Mc 16, 15-20
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