Reformulando una pregunta

¿Cómo pudo el movimiento cristiano pasar de apenas 25.000 seguidores en el año 100, a 20 millones tan sólo 200 años después… soportando una persecución constante?

Antes de entrar en cuestión, me gustaría plantear una pregunta de la era COVID. Las personas que aman y cuidan a sus familias han afrontado la pregunta: «¿Soy portador de este organismo microscópico?» «¿Soy contagioso?» Es especialmente significativa para los padres que son médicos y enfermeros, que literalmente se juegan la vida cada día al ir a trabajar. Es una pregunta que se hace por amor.

¿Era contagioso el movimiento cristiano? ¿Cómo pudo el movimiento de la Buena Nueva extenderse tan eficazmente sin muchas de las estructuras que consideramos esenciales para ser iglesia?

¡Jesús era contagioso!

Utilizando esa imagen, me parece que Jesús era contagioso para aquellos con los que entraba en contacto. Querían ser contados como sus seguidores. Ellos, a su vez, eran también contagiosos. Incluso podríamos verlos como «supercontagiadores».

Cuando Jesús sea acercaba a muchas vidas, ciertamente iluminaba la realidad de sus vidas. ¿Qué era lo que contagiaba tanto sobre Jesús que la gente corriente, en medio de su vida cotidiana, lo dejaba literalmente todo para estar en su presencia?

Tenemos algunas pistas en las palabras de Jesús. Les contaba historias que ilustraban la buena noticia de que Dios les amaba… sin importar quiénes fueran o lo desordenadas que fueran sus vidas. Jesús no sólo les contó historias. También representó esas historias. Experimentaron el contagio del amor de Dios en Jesús.

No siempre las entendían porque estaban acostumbrados a pensar en el marco de una sociedad estructurada de ganadores y perdedores. Así que «el reino» significaba que ya no se quedarían fuera esperando las migajas de la mesa. Serían alimentados con el mejor trigo.

Sin duda se sintieron acogidos en el círculo íntimo cuando alimentó a 5.000 personas, o en las comidas pascuales más pequeñas, como la que resultó ser su última cena. En esa comida más íntima probablemente se sorprendieron cuando actuó como un siervo y les lavó los pies. Es más, ¡les pidió que se lavaran los pies unos a otros!

La historia que más les costó fue la que terminó en una cruz. Sólo más tarde, cuando fueron llenos del Espíritu, comprendieron el escándalo de la cruz. La cruz fue la forma más dramática en que Dios demostró la buena noticia del amor por nosotros. Dios estaba diciendo que todos estaban en el círculo del amor de Dios… ¡incluso los enemigos! Esta conciencia transformó sus vidas.

Los primeros cristianos eran contagiosos

Comenzaron a vivir las historias que les contó Jesús, especialmente aquella en la que por fin entendieron el mandato de lavarse los pies unos a otros. Entonces empezaron a comprender la profundidad del antiguo mensaje «Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo». Jesús dejó claro que estas palabras significaban que todos estaban en el círculo del amor de Dios y que estaban llamados a amarse unos a otros como Dios los amaba a cada uno.

Las vidas transformadas de estos seguidores revelaron la buena nueva con una claridad asombrosa. «¡Vean a estos cristianos, cómo aman!». Otros querían estar en ese círculo de amor. Todos querían estar en esa familia.

La pregunta obvia

Cantamos la letra de «Sabrán que somos cristianos por nuestro amor». ¿Saben los demás que somos cristianos por nuestro amor práctico? ¿El amor a los ricos y a los pobres, a los enfermos, a los encarcelados, a los santos y a los pecadores, a los que piensan diferente o tienen la piel de otro color? ¿Experimentan el amor de Dios por ellos reflejado en nuestras vidas? ¿No es de extrañar que Jesús hable del juicio final en función de lo que hagamos por el Cristo no reconocido, magullado y roto que vive entre nosotros?

Este tipo de amor vivido es muy contagioso.