Una brújula para la «nueva normalidad»

por | Mar 15, 2021 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

A más de un año de iniciada la experiencia dolorosa de la Pandemia de Covid-19 y ya con la certeza de estar en el comienzo del fin, con la vacunación en marcha, el mundo comienza a sacar conclusiones y a imaginarse cómo deberá ser el futuro.

Las conclusiones más críticas y contundentes las he escuchado, primero, del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, quien en octubre pasado dijo:

El mundo, dividido, no ha estado a la altura del desafío de la lucha contra la pandemia del coronavirus… La pandemia de COVID-19 es una prueba que, hasta ahora, la comunidad internacional no ha superado. Se podría haber hecho mucho más si los países hubieran trabajado juntos para combatir la enfermedad. Es una de enorme frustración.

Duras palabras de quien dirige el organismo encargado de coordinar la colaboración de las naciones en la construcción de la paz y el bienestar mundiales.

La humanidad, hasta ahora, no ha pasado la prueba. La pandemia fue una oportunidad de oro para mostrar la unidad y la colaboración del género humano; buscar estrategias, ayudarse las naciones unas a las otras, enfrentar juntos la crisis de salud y las otras crisis que con ésta han venido.

Salvo algunas bellas muestras de generosidad, en general los países se cerraron, muchas empresas buscaron sacar provecho de la crisis y, al final, cada quien debió responder como pudo. La humanidad falló la prueba de solidaridad y fraternidad que se le presentó. Hasta ahora.

Por su parte, el Papa Francisco ha ido presentando también su propia evaluación de los estragos de la pandemia: Tragedias como ésta “desenmascaran nuestra vulnerabilidad y dejan al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos y prioridades… Se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar” (Fratelli Tutti 32).

Pero hay una gran lección: “El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia” (33).

Y el Papa justamente se pone a “repensar” todo ello y, en su mensaje para la Jornada Mundial por la paz el 1° de enero de este año, ya nos tiene una propuesta:

El año 2020 se caracterizó por la gran crisis sanitaria de COVID-19, que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos… Es doloroso constatar que, lamentablemente, junto a numerosos testimonios de caridad y solidaridad, están cobrando un nuevo impulso diversas formas de nacionalismo, racismo, xenofobia e incluso guerras y conflictos que siembran muerte y destrucción.

Estos y otros eventos, que han marcado el camino de la humanidad en el último año, nos enseñan la importancia de hacernos cargo los unos de los otros y también de la creación, para construir una sociedad basada en relaciones de fraternidad. Por eso he elegido como tema de este mensaje: ‘La cultura del cuidado como camino de paz’. Cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día…

En este tiempo, en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común. Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida. No cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás, especialmente de los más débiles; no nos acostumbremos a desviar la mirada, sino comprometámonos cada día para formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros.

La “cultura del cuidado” es la brújula que nos puede orientar en medio de este camino de búsqueda y recuperación de la humanidad. Preocuparnos unos por los otros para que nadie se quede a la intemperie, al margen, excluido.

Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces (35).

“Que la humanidad renazca”, es el deseo del Papa y el deseo de todos. Cooperemos a ese nuevo “renacimiento”. Tenemos la brújula: cuidar unos de los otros.

P. Silviano Calderón Soltero, cm
Fuente: Evangelio y Vida, número de marzo y abril de 2021.

Etiquetas: coronavirus

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