Jesús nos da ejemplo para que hagamos lo que él. Solo hemos de caminar con en él para aprender a caminar ante el Señor.
Por supuesto, Abrahán no puede evitar caminar a veces con los pueblos vecinos. Sería curioso, pues, si no se diese cuenta él de que ellos inmolan a hijos o hijas (véase Dt 18, 10).
Sea por eso tal vez que no cuestione él al Señor que le pide sacrificar a su hijo amado. Pues si los dioses de los gentiles exigen inmolaciones de hijos o de hijas, ¿por qué no el Señor? Tiene poder él también sobre vida y muerte.
Pero la fe de Abrahán mejor explica su calma. La fe le hace obedecer y caminar en presencia del Señor y ponerse a plena disposición del Señor.
Obedece, sí, Abrán lo que se le ha dicho. Sale, entonces, de su tierra y de la casa de su padre (Gén 12, 1. 4). El creer al Señor se le cuenta en su haber (Gén 15, 6). Y en cuanto al tema de hoy, su listeza queda patente en la respuesta que da al Señor: «Aquí me tienes».
Al día siguiente, pues, se levanta temprano Abrahán para hacer lo que se le ha dicho. Razona que Dios tiene el poder hasta resucitar a los muertos (Heb 11, 19). Así pues, se halla él fiel en el día de la prueba (Eclo 44, 20).
Caminar con Jesús, nuestro líder (SV.FR XI:53), para caminar ante Dios
Cree Abrahán, sí, contra toda esperanza, que será padre de muchas naciones (Rom 4, 18). No obstante que a él se le pide que inmole a su hijo único. Su fe no se quiebra en medio de la desesperanza.
Y esa es la fe que han de tener también los con misión de llevar la Buena Nueva a los pobres. Los misioneros se fundarán en la verdad de que nunca engaña el que les da su palabra de honor (RCCM II:1).
Por lo tanto, hemos de tener por cierto que el Señor cumplirá sus promesas. Aun cuando nos parezca que todo está a punto de perderse (RCCM II:2). No, no deja él que pase algo sin razón (SV.ES VII:249). Si Dios no perdona a su Hijo único, ¿cómo nos va a negar algo?
E imbuirnos de fe es caminar con Jesús. Él es, sí, «Dios-con-nosotros». Es por eso que los que lo ven ven al Padre; él está en el Padre y el Padre en él. Quiere decir esto que estar con él es caminar ante Dios.
Jesús también es, en persona, el caminar ante el Señor. Inicia él y completa la fe (Heb 12, 2). Y al igual que Abrahán, cree él que Dios puede resucitar a los muertos.
Pero le resulta bien personal ese creer, pues se trata de su propia muerte. Es decir, cree y presenta oraciones al que le puede salvar de la muerte (Heb 5, 7). Así confirmado en la fe, Jesús entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros, los pobres. Se lleva a cabo, pues, lo que no deja Dios que pase al hijo único de Abrahán.
Y se nos da a conocer también lo que es vivir, crecer y ser transfigurado de verdad con Cristo.
Señor Jesús, haznos caminar por la senda que nos lleve a estar a plena disposición del Padre.
28 Febrero 2021
Domingo 2º de Cuaresma (B)
Gén 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18; Rom 8, 31b-34; Mc 9, 2-10
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