En septiembre de 2015, cinco meses después de la publicación de Laudato Si, su segunda encíclica, el papa Francisco recorrió Estados Unidos y ofreció una misa en el Madison Square Garden de la ciudad de Nueva York. Después de la despedida, los miles de fieles reunidos clamaron con una admiración que, históricamente, ha estado reservada a los (raros) grandes equipos de los New York Knicks y a Billy Joel. Minutos después, cuando los aplausos se calmaron, el Santo Padre pidió a todos los presentes que rezaran por él. La humildad de Su Santidad se siente en la lectura de Laudato Si mientras diagnostica franca y hábilmente los males sociales de nuestro mundo desde la perspectiva de los más marginados.

Laudato Si describe la relación integral que comparten las muchas crisis que enfrenta nuestro mundo. Hoy, incluso más que en 2015, toda la Creación siente el impacto del Cambio Climático. Particularmente, las naciones y comunidades que sufren los efectos más devastadores de las catástrofes climáticas son, en gran medida, las más pobres y marginadas entre nosotros; las que menos se han beneficiado de nuestro exceso de emisiones mundiales. El papa Francisco también escribe sobre otra crisis, la globalización de la indiferencia, que, según él, aumenta en correlación con lo que suele denominar «cultura de usar y tirar»: el consumismo.

Podemos ver cómo la indiferencia contribuye y crece a partir de la desigualdad desenfrenada, la degradación del medio ambiente y el consumismo. La sensación de que nuestros desafíos son demasiado grandes para superarlos se ha manifestado en una sensación de impotencia. Esa impotencia nos impide actuar. La inacción sólo hace que nuestros problemas sean más difíciles de resolver. De hecho, este ciclo ha engendrado y alimentado una fría desesperanza en muchos de nosotros.

Antes del papa Francisco, el beato Federico Ozanam tenía un concepto similar de su tiempo y lugar: «El mundo se ha enfriado, nos toca a nosotros, los católicos, reavivar el fuego vital que se ha extinguido». Es el trabajo de toda la humanidad reavivar el «fuego vital» y eliminar la indiferencia de nuestros corazones. Para obtener respuestas, sugiero que primero reflexionemos sobre las preguntas planteadas por el papa Francisco en Laudato Si:

¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra? Por eso, ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio paso por esta tierra (nº 160).

Si queremos sobrevivir a las crisis que afrontamos, debemos hacer el trabajo que el papa Francisco describe en este texto. Al lidiar con estas grandes preguntas y vivir las respuestas que surgen de nosotros, experimentamos una transformación espiritual. Un plan de acción, si se quiere, para nuestra «estancia terrenal». Cuando llevamos estas preguntas a nuestras comunidades y vivimos sus respuestas juntos, plantamos raíces para que una cultura de la paz se afiance.

Owen Smith
Asistente del Director
Oficina de Paz, Justicia e Integridad de la Creación
Hermanas de la Caridad de Nueva York

El Carisma Vicenciano y Laudato Si’ es nuestro esfuerzo por compartir varias formas en que los Vicencianos encuentran que su carisma se conecta con Laudato Si’. Animamos a que hagan comentarios sobre estos artículos y damos la bienvenida a todos los interesados en enviar un artículo a Jim Paddon en jpssvp@hotmail.ca.