Sor Piedad Aparicio es una Hija de la Caridad admirable.Desde hace más de 30 años, todos los días (salvo 15 días de vacaciones al año) se acerca al penal de Basauri (España) para impartir talleres a los presos, todos hombres, pues no hay mujeres en esta cárcel. Les enseña marquetería, marcramé, pintura al óleo, ganchillo, punto de cruz y a hacer alpargatas.
Sor Piedad no olvida de aconsejar y enseñar el Evangelio porque, dice, «si no, no tendría sentido. Hago muchos trabajos con ellos y también intento modelarles por dentro». «No les juzgo, para eso ya tenéis al juez, les digo. Sólo les digo que deben pedir perdón a quien han ofendido. Tampoco les pregunto qué han hecho. Algunos se lo merecen, la familia a la que hayan hecho sufrir, no quiero ni pensarlo, pero veo que muchos están ahí por falta de conocimiento, ¡si no saben por qué han hecho lo que han hecho! Hablamos de muchas cosas, se abren mucho conmigo y la escucha es muy importante. Y también se lo pasan bien, pero a perder el tiempo no voy. Se tiene la impresión de las cárceles de que es un suplicio pero yo estoy muy a gusto«.
En su coche lleva a su grupo de reclusos ropa que le donan y algo para comer: trufas, pasas, algo de fruta… «Hasta hace pocos años me encargaba de hacer roscones de reyes para toda la cárcel. Los elaboraba con bizcocho, una capa muy fina de nata, otra de mermelada de melocotón y frutas escarchadas. Ahora ya los compro»
Nos habla de su vocación como Hija de la Caridad: «Conocía a las Hijas de la Caridad. Siempre he tenido ilusión de ser religiosa desde chiquitina. Me acuerdo que iban a pedir las hermanitas de los pobres de Aguilar de Campoo por los pueblos para ayudarles a comer y no me terminaban de llenar. Pero conocí a las Hijas de la Caridad y esas sí que me llenaron». Eran seis hermanos, y tres acabaron como religiosos: «Tengo un hermano menesiano destinado en Buenos Aires, y otro, que también era menesiano, se murió en un accidente de coche a tres kilómetros de Santo Domingo». Su primer destino, una vez salida del noviciado, fue Comillas, como profesora de niños pequeños. De allí la destinaron al barrio bilbaíno de Otxarkoaga, donde estuvo seis años a cargo de una guardería que atendía a menores hasta los seis años. Su siguiente destino fue Miranda de Ebro, adonde acudió para dirigir una residencia de mayores, y Barakaldo después, para el mismo fin. Durante su estancia en Santander tuvo ocasión de enseñar costura a un grupo de mujeres en la ya desaparecida prisión provincial, los sábados por la mañana.
Instalada finalmente de nuevo en Bilbao, «el capellán de aquella prisión le habló de mí al capellán de la prisión de Basauri y éste se puso en contacto conmigo. Me convenció y empecé a ir a Basauri los viernes por la tarde y los sábados por la mañana. Cuando me jubilé decidí ir todas las tardes de tres a siete. Hasta hoy», explica sor Piedad. Asegura que el suyo es «un trabajo muy propio de una Hija de la Caridad. San Vicente es nuestro patrón universal de obras sociales, su peso y su dolor eran los pobres, y cuanto más pobres más hacía por ellos. Porque yo siempre digo que pobre no es sólo aquel al que le falta el euro, hay pobrezas más duras. La falta de formación, el que no tiene el cariño de los padres y, la mayor de todas las pobrezas, la falta de libertad».
«Les repito mucho que una vez que ya están aquí tienen que portarse bien y pasarlo lo mejor que puedan. Les digo, habéis hecho cosas mal, si no no estaríais aquí, pero también los demás las hacemos. No os hundáis. ¿Tú cuando te caes al suelo te quedas en el suelo o te levantas? Pues igual que hacemos eso, hacemos con lo demás. Habéis caído una vez, sí, pero ya la segunda y la tercera, no puede ser».
Con informaciones de elcorreo.com
Yo y muchos somos testigos de que no exageras. Sigue el camino que te ha señalado el Espíritu Santo. Él te fortalecerá en el empeño. Así se lo pido.
gracias y felicidades