En la carta de Adviento de este año «marcado por tanto sufrimiento, angustia y miedo», el P. Tomaž Mavrič, CM, 24º sucesor de san Vicente, nos invita a fijar la mirada en «Alguien que vive en nosotros, cuyo Espíritu llega a cada rincón de nuestro ser. Él siempre está con nosotros, allí donde vayamos, hagamos lo que hagamos, en cada segundo de la jornada, esperando manifestarse cuando le dejamos hacer» y nos propone «una meditación sobre el icono del Salvador de Zvenigorod a partir de las reflexiones del Padre Henri Nouwen».
Carta de Adviento:
El rostro de Jesús: el rostro de Dios y de toda la humanidad
Roma, 20 de noviembre de 2020
Queridos hermanos y hermanas,
¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!
El año 2020, marcado por tanto sufrimiento, angustia y miedo y el pronóstico de un enorme aumento de la pobreza en el mundo, principalmente a causa del COVID-19, toca a su fin. El horizonte del nuevo año 2021 se abre ante nosotros.
En la actual situación de angustia, como en todos los momentos de nuestra vida que están acompañados de sufrimientos en diferentes grados de intensidad, hay Alguien que vive en nosotros, cuyo Espíritu llega a cada rincón de nuestro ser. Él siempre está con nosotros, allí donde vayamos, hagamos lo que hagamos, en cada segundo de la jornada, esperando manifestarse cuando le dejamos hacer. Siempre está dispuesto a darnos la esperanza allí donde no hay esperanza, la paz allí donde no hay paz, sentido allí donde no hay sentido, una fe renovada allí donde nuestra fe se ha tambaleado, el amor allí donde el odio se apodera de nosotros. Su nombre es Jesús.
Sabemos que la persona de Jesús está en el corazón de la identidad de Vicente de Paúl como místico de la Caridad, en el corazón de la espiritualidad y del carisma vicenciano. Jesús es nuestra razón de ser y la persona cuya manera de pensar, de sentir, de hablar y de actuar se convierte en nuestro objetivo en la vida, por lo tanto, su cercanía a los que sufren es el modelo de vida de Vicente y de aquellos que le siguen. No desviándose nunca de las situaciones de sufrimiento ni de aquellos que han sido heridos, Vicente vio a Jesús en los pobres y a los pobres en Jesús:
«No hemos de considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su aspecto exterior, ni según la impresión de su espíritu, dado que con frecuencia no tienen ni la figura ni el espíritu de las personas educadas, pues son vulgares y groseros. Pero dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son ésos los que nos representan al Hijo de Dios, que quiso ser pobre… ¡Dios mío! ¡Qué hermoso sería ver a los pobres, considerándolos en Dios y en el aprecio en que los tuvo Jesucristo! »[1]
Para ayudarnos a profundizar en la presencia de Jesús en quien está desfigurado, este Adviento quisiera proponer una meditación sobre el icono del Salvador de Zvenigorod a partir de las reflexiones del Padre Henri Nouwen. Andrei Rublev creó el icono, que también es llamado «El Artesano de paz», en la Rusia del siglo XV. El icono se había perdido, pero fue encontrado en 1918 en una granja, cerca de la catedral de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María en la ciudad de Zvenigorod, en Rusia. Su encanto original y la perfección detallada del trabajo del autor se han perdido; de hecho, fue encontrado en un estado de deterioro muy importante, dañado y en ruinas.
Henri Nouwen, en su meditación sobre el icono, evoca el estado terrible en el que fue encontrado.
«Cuando vi el icono por primera vez, tuve claramente el sentimiento de que el rostro de Cristo aparecía en medio de un gran caos. Un rostro triste pero siempre hermoso nos mira a través de las ruinas del mundo… Para mí, este santo rostro expresa la profundidad de la inmensa compasión de Dios en el corazón de nuestro mundo cada vez más violento. A lo largo de muchos siglos de destrucción y de guerra, el rostro del Verbo encarnado ha hablado de la misericordia de Dios, nos ha recordado la imagen a partir de la cual nosotros hemos sido creados y nos ha llamado a la conversión. En efecto, es el rostro del Artesano de paz»[2].
Es precisamente el estado actual del icono del Salvador de Zvenigorod, el rostro estropeado y desfigurado de Jesús, el que yo quisiera proponer para la meditación de Adviento de este año. Adjunto la imagen del icono, que les invito a poner ante ustedes como medio de entrar más profundamente en la reflexión y la contemplación.
Meditación sobre el icono del Salvador de Zvenigorod
- Contemplar el rostro de Jesús, es contemplar el rostro de Dios y de toda la humanidad.
- ¿Qué es lo que veo?
-
- Veo una imagen muy dañada.
- Al mismo tiempo, veo el rostro humano más tierno.
- Veo unos ojos que penetran el corazón de Dios, así como el corazón de cada ser humano.
a) Ver una imagen dañada
- El hermoso rostro de Jesús nos mira a través de las ruinas de nuestro mundo.
- Él pregunta: «¿Qué has hecho del trabajo de mis manos?»
- El icono expresa la profunda compasión de Dios en medio de nuestro mundo violento.
- Esto nos recuerda la imagen a partir de la que hemos sido creados y nos llama a la conversión.
- Es el rostro de un Artesano de la paz.
- «Donde hay paz, allí está Dios»[3].
- Al mirar esta imagen dañada, oímos una llamada: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas» (Mateo 11, 28-29).
b) Ver el rostro humano más tierno
- El rostro magnífico de Jesús emerge de las ruinas.
- Nos damos cuenta de que Jesús nos mira directamente.
- Jesús nos ve y nos mira directamente a los ojos.
- Esto puede recordarnos el encuentro de Jesús y Pedro después de las negaciones de este último. «… el Señor, volviéndose, le dirigió una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho» (Lc 22, 61).
- Como Pedro, debemos recordar:
- Nuestras promesas demasiado confiadas en nosotros mismos
- Nuestra incapacidad para mantenerlas
- Nuestra falta de fidelidad
- Nuestra impotencia cuando estamos solos.
- Pero, como a Pedro, también se nos recuerda:
- El amor que no nos abandona nunca
- Una compasión sin límites
- El perdón que siempre se nos ofrece.
- Cuando Pedro sintió la mirada de Jesús penetrar su ser más profundo, reconoció su propia debilidad y el amor de Jesús: «Y, saliendo afuera, lloró amargamente» (Lc 22, 62).
- Eran lágrimas de arrepentimiento y de gratitud frente a un amor tan profundo.
- «Si nos hemos propuesto hacernos semejantes a este divino modelo y sentimos en nuestros corazones este deseo y esta santa afición, es menester procurar conformar nuestros pensamientos, nuestras obras y nuestras intenciones a las suyas»[4].
- El icono no fue pintado según un modelo humano, no fue una invención de Andrei Rublev. Fue creado en la santa obediencia a una manera de pintar transmitida de generación en generación.
- El color más llamativo del icono es el azul intenso del manto que cubre los hombros del Salvador. En los iconos griegos y rusos, Cristo está pintado con una túnica roja y cubierto con un manto azul.
- El rojo es el color que representa la divinidad de Jesús.
- El azul es el color que representa la humanidad de Jesús.
- El azul de Andrei Rublev es mucho más brillante que de ordinario para acentuar aún más la humanidad de Jesús.
- Esto nos muestra más claramente el rostro humano de Dios, el encanto irresistible de Jesús.
- Contemplar este icono no produce el efecto de otros iconos de Cristo que subrayan únicamente el esplendor y la majestad de Dios. En este icono, Cristo desciende de su trono, toca nuestro hombro y nos invita a mirarlo.
- Su rostro no suscita miedo, sino amor.
c) Ver los ojos que penetran a la vez el corazón de Dios y el corazón de cada ser humano, el corazón de cada uno de nosotros
- Son los ojos de Jesús los que hacen que este icono produzca una experiencia tan profunda.
- Los ojos de Jesús nos miran directamente y nos desafían.
- Los ojos están en el centro del icono.
- Nos recuerdan a las palabras del salmista:
«Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares» (Salmo 138, 1-3).
- Son los ojos de Dios que nos ve en nuestro ser más secreto y nos ama con su misericordia divina.
- «¿Dónde podremos ocultarnos, teniendo en cuenta tantas bondades de Dios sobre nosotros? Lo haremos en las llagas de nuestro Señor»[5].
- Los ojos expresan el deseo de escrutar el corazón de cada persona y de comprenderla.
- Esta experiencia de cara a cara nos conduce al corazón del gran misterio de la Encarnación.
- Cuando contemplamos los ojos de Jesús, sabemos que contemplamos los ojos de Dios.
- «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (Juan 14, 9).
- «¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?» (Juan 14, 10)
- Jesús es la plenitud de la revelación de Dios.
- Jesús es la imagen del Dios invisible.
- A través de las ruinas del mundo, vemos el rostro de Jesús, que no puede ser destruido jamás.
- Los ojos de Jesús penetran la interioridad de Dios, igual que penetran el corazón de cada persona humana, el corazón de cada uno de nosotros.
- Ver a Jesús nos conduce al corazón de Dios y al corazón de cada ser humano.
- «Veámonos en él y conformémonos con su voluntad, que es preferible a cualquier otro bien»[6].
- LA CONTEMPLACIÓN Y LA COMPASIÓN SE UNEN.
El domingo 6 de diciembre de 2020, la Familia vicenciana del mundo entero se reunirá virtualmente para un tiempo de oración, en torno al tema «Unidos en la esperanza para los pobres». Invito a todos los miembros de la Familia vicenciana, así como a todos los que quisieran unirse a nosotros, a este tiempo de oración. Tengan la bondad de compartir esta invitación en sus propias ramas, así como con los miembros de su familia y sus amigos.
La reflexión y la contemplación del icono del Salvador de Zvenigorod, tan íntimamente ligado al tema de este tiempo de oración, pueden ayudarnos a participar en él aún más profundamente.
Que la experiencia del Adviento nos conduzca a la alegría interior de Navidad.
Su hermano en san Vicente,
Tomaž Mavrič, CM
Notas:
[1] SVP XI/4, 725 ; 165, extracto de una conferencia, «Sobre el espíritu de fe».
[2] Nouwen, Henri. Behold the Beauty of the Lord: Praying with Icons [Mirad la belleza del Señor: orar con iconos], Ave Maria Press, 2007, páginas 68 y 70.
[3] SVP IX/1, 249; conferencia 27, «Sobre la práctica del respeto mutuo y de la mansedumbre».
[4] SVP XI/3, 383; conferencia 118, «Sobre la finalidad de la Congregación de la Misión».
[5] SVP II, 87; carta 496, a Bernardo Coding, en Annecy.
[6] SVP IV, 447; carta 1623, a Gerardo Brin, Sacerdote de la Misión, en Dax.
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