Los ojos de Peter, lechosos por las cataratas, exploraban mi cara intentando reconocerla. Su sonrisa desdentada se iluminó cuando vio a sor Rosemary bajar del coche.
Después de un “masaje safari” en el 4×4, sacudidos de un lado a otro por el profundo y empinado del Valle del Rift en Kenia, estaba más que preparada para apearme y encontrar la casa de Peter.
Las vistas, bañadas por el sol, eran hermosas. La exuberante hierba meciéndose en la brisa, aves tejedoras construyendo nidos boca abajo en los árboles. Esto debía ser ciertamente el paraíso. Mientras salíamos del camino hacia el claro ¡la vi!
La casa de Peter era una estructura derruida que una vez lo había alojado a él y a su numerosa familia. Ahora, completamente solo, el viejo Peter se veía con una ruina en decadencia, cayendo a pedazos, un palo de madera y un terrón de tierra de cada vez.
La lluvia puede ser torrencial en Kenia y con el cambio climático, cada vez llueve más fuera de tiempo y erosiona las viviendas tradicionales construidas de barro y madera. Es un lujo tener un techo de lata corrugada Los suelos de tierra batida de estas casas pueden ocultar gusanos (jiggers) que entran en los pies de niños y adultos. Recuerdo ver a un niño de cuatro años en la guardería de Thigio con estos insectos negros retorciéndose en los dedos de sus pies ¡Sor Rosemary tiene experiencia secándolos con una aguja bien afilada!
Las Hermanas también gestionan una clase para mayores que Peter frecuenta en el complejo de las Hijas de la Caridad en Thigio. Años antes había visto a la hermana Eilis enseñándole como masajear las manos y pies de los ancianos. Tras años de trabajo en el campo, bajo el duro sol, su piel estaba toda agrietada. Sus miembros artríticos, masajeados cariñosamente, encontraban placer y el alivio ¡Sin duda Peter apreciaba a sor Rosemary!
Dándonos permiso para entrar en su “casa”, seguimos a los pollos que estaban posados dentro. Peter tenía un geiko, una pequeña estructura de piedra alrededor del fuego en el que se apoyaba una olla con agua caliente. Nos ofreció una taza de té. Sor Rosemary, una adepta trabajadora social, le preguntó sobre el tamaño de su shamba (jardín) y el lugar potencial donde construir una nueva casa. Como parte de la Campaña “13 Casas” de la Alianza Famvin con las personas sin hogar (FHA por sus siglas en inglés), estábamos decidiendo quién recibiría las casas en la primera fase.
Un joven apareció, y Peter lo presentó como su nieto, que todavía vivía con él al no poder hacerlo con sus padres. Sor Rosemary explicó que, tras la adolescencia, los jóvenes tenían que abandonar la casa familiar. A menudo, la familia construye un refugio separado donde poner la cama, pero si no pueden permitírselo, el joven tiene que marcharse. Algunos acaban viviendo en la calle o el campo.
Aprendí ese día que no era solo cuestión de recaudar fondos para las casas. También se necesitan tierras, mostrar sensibilidad cultural y tener en cuenta factores climáticos y necesidades sociales.
La callada y paciente dignidad que Peter mantuvo durante nuestra visita quedó todavía más patente con su aceptación de este magro refugio. Algún día, y con sor Rosemary a su lago, conseguirá una casa mejor, si Dios quiere.
Diarios Vicencianos analiza algunas de las experiencias más personales de los/as vicentinos/as que trabajan con personas sin hogar, residentes de barrios marginales y refugiados/as. Arrojan luz sobre los momentos que nos inspiraron, las situaciones que nos dejaron boquiabiertos y conmocionados, y las personas que se cruzaron en nuestros caminos y nos mostraron que se aún debe hacer más.
Lo que los conecta es el compromiso vicentino con los más pobres entre los pobres, y la esperanza de que, como Familia, todavía podemos hacer más.
Fuente: https://vfhomelessalliance.org/
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