En una nublada mañana de julio de 2019, sor Escolástica Achinkumbur se encuentra a la entrada del Centro de Educación Inclusiva de San Vicente para recibir a los estudiantes acompañados por sus padres.
Pronto llegarán Mfoniso Akpan, de 10 años, y Done Kufre, de 5, que tienen parálisis cerebral, un grupo de trastornos permanentes del movimiento que aparecen en la primera infancia. Achinkumbur recibe a Done de un hombre que lo había llevado al centro y lo sienta en un sofá en el área de recepción. Llama a sor Martha Oko, quien recoge al niño de 5 años en sus brazos para ir a clase.
Achinkumbur entonces toma a Mfoniso, coloca sus manos en un scooter y lo lleva a la asamblea para la oración de la mañana.
Allí las hermanas lideran a los estudiantes en oraciones y canciones, empleando el lenguaje de signos para aquellos con dificultades de audición. Done y Mfoniso participan con alegría.
Done, Mfoniso y otros como ellos se benefician de una educación inclusiva ofrecida por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, cuya misión es no excluir a nadie de una educación integral por motivos de discapacidad, idioma, género, etnia o cualquier otra barrera.
Nigeria ofrece pocas escuelas para niños con discapacidad. Como resultado, muchos de ellos terminan quedándose en casa mientras que otros recurren a la mendicidad en las calles. La sociedad empeora las cosas cuando se resiste a aceptarlos.
«La esencia de hacer esta escuela inclusiva es satisfacer las necesidades educativas de los niños con discapacidades —dice Achinkumbur, que también es administradora del centro— y ayudar a los niños [sin discapacidades] en su tierna edad a aprender a convivir con aquellos niños que tienen dificultades. De modo que, a medida que crezcan, lo que encuentren en la sociedad ya no será algo nuevo».
«The essence of making this school inclusive is to meet the educational needs of children with disabilities,» said Achinkumbur, who is also the administrator of the center, «and help children [without disabilities] at their tender age to learn how to live together with those children that have challenges. So as they grow, what they meet in the society will no longer be a new thing.»
El fracaso del gobierno
Uno de cada tres niños discapacitados en edad de asistir a la escuela primaria no está escolarizado, según un informe del Banco Mundial. Además, de los 65 millones de niños discapacitados en edad de asistir a la escuela primaria y secundaria, al menos la mitad no asiste a la escuela, lo que sugiere que más del 85% del grupo en edad de asistir a la escuela primaria nunca ha ido a la escuela.
El informe de la Encuesta Demográfica y de Salud de Nigeria de 2018 revela que el 7% de los miembros de los hogares, de 5 años de edad o más, en el país de África occidental tienen algún nivel de dificultad en al menos un ámbito funcional, mientras que el 1% tiene muchas dificultades o no puede desempeñarse en absoluto en al menos un ámbito.
Nigeria tiene alrededor de 8,6 millones de niños sin escolarizar, según la cifra de la UNESCO de 2010, pero no hay datos oficiales que desglosen el número de ellos que tienen discapacidades.
La política nacional de Nigeria en materia de educación propugna una educación inclusiva, gratuita y adecuada para todas las personas con discapacidad.
El Ministerio Federal de Educación tiene la responsabilidad de coordinar la educación especial en Nigeria, financiando programas para niños con problemas de aprendizaje, según dicha política. Sin embargo, los gobiernos federal y estatales no han establecido suficientes escuelas especiales para niños con discapacidades y no han financiado programas educativos para ellos.
El UNICEF dijo en un informe de 2007 que «la realidad cotidiana de la mayoría de los niños con discapacidad es que a menudo se ven condenados a un ‘mal comienzo en la vida’ y privados de oportunidades para desarrollar todo su potencial y participar en la sociedad».
«Se les niega sistemáticamente el acceso a las mismas oportunidades de educación temprana, primaria y secundaria, o de preparación para la vida y formación profesional, o ambas, que están disponibles para otros niños», dice el informe.
Hacer frente a la carencia
Establecido en 2009, el centro de San Vicente, situado en los terrenos del convento, ha sido una gracia salvadora para los niños que viven con discapacidades. Las dos hermanas que actualmente enseñan en el centro se especializan en educación especial. Un total de 20 profesores y nueve auxiliares imparten educación inclusiva a 144 alumnos.
«El objetivo es incorporar a la sociedad a los niños con necesidades especiales para que haya armonía y no haya segregación», dijo Oko, quien señala que es difícil detectar la diferencia entre los niños con y sin discapacidad.
«Se iontegran bien y son felices. Los niños que no tienen problemas de audición utilizan el lenguaje de signos para interactuar con los niños con problemas de audición», añadió.
En cada clase, las hermanas combinan los alumnos. Esto es para permitir a los discapacitados aprender más rápido y eliminar la discriminación y las barreras de comunicación. Las hermanas enseñan a los alumnos la comunicación total, que es el uso de palabras y el lenguaje de signos para hablar. «No es sólo hablar con las manos. … El lenguaje de señas es su propio lenguaje [el de los estudiantes sordos y parcialmente sordos], por lo que el habla y los dedos van juntos», dijo Oko.
Para satisfacer las necesidades de los alumnos y asegurar que los que son más lentos en el aprendizaje puedan seguir el ritmo, las hermanas pusieron dos profesores en cada clase.
Una tarea que requiere paciencia
Achinkumbur ha estado trabajando en el centro como administradora desde hace cinco años. «Necesitamos mucha paciencia para trabajar con ellos. Cuando los entiendes, los aprecias y ellos están felices y deseosos de aprender más», dijo.
«Ser una hermana es bueno —dijo a Global Sisters Report—. El espíritu de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl me ha ayudado porque tiene que ver con el servicio humanitario. Si no fuera una Hija de la Caridad, no estaría haciendo esto. La compañía me ha ayudado plenamente a involucrarme con los menos privilegiados en mis actividades diarias.»
Oko fue formada por las Siervas del Santo Niño Jesús mientras estaba en la escuela secundaria. Después de su educación, su tío, que era sacerdote, la llevó a una comunidad donde trabajaban las Hijas de la Caridad. Se enamoró de su trabajo.
«Tomé la decisión de unirme a la congregación de las Hijas de la Caridad en 2001», dijo, y más tarde manifestó interés por estudiar educación especial en la universidad.
Oko, que es especialista en la enseñanza de niños sordos o parcialmente sordos, dijo que se siente realizada cuando trabaja con los niños. «Si fuera una persona casada, sería difícil hacer este trabajo» por el tiempo que requiere, dijo.
Afrontar el estigma
Las hermanas dijeron que los padres están poniendo freno a sus esfuerzos porque todavía no entienden a sus hijos que viven con discapacidades, dadas las barreras de comunicación.
«Los niños se sienten tristes en casa y felices cuando están en la escuela —dijo Oko—. La educación de un niño es el hogar y la escuela. Siempre me esforzaré en el campo de lo que puedo hacer», dijo, señalando que a veces tiene que empezar de nuevo después de que los niños regresen de unas largas vacaciones.
Si los padres aprendieran a comunicarse con sus hijos, dijo, el trabajo de las hermanas sería más fácil, y también la vida del niño discapacitado.
«A veces la gente sree que son agresivos, pero no es verdad. Son agradables y también sinceros», dijo Oko.
Para apoyar sus esfuerzos en el aprendizaje inclusivo, las hermanas requieren que un hermano del niño que tiene una discapacidad asista a la escuela con él, siempre que sea posible. Así, se espera un miembro de la familia aprenda a comunicarse con el niño que tiene una discapacidad para ayudarle a integrarse más plenamente en la familia y la sociedad.
Anastasia Essien, de 10 años, que está en sexto grado, no tiene hermanos con discapacidades, pero se siente cómoda aprendiendo con niños que sí las tienen. «Me beneficia porque he aprendido a comunicarme con ellos y, si salgo y me encuentro con ellos, podré expresarme con el lenguaje de signos», dijo.
A los padres con hijos sin discapacidades les resulta difícil aceptar el tipo de educación inclusiva que ofrecen las Hijas de la Caridad. «Tienen miedo de que sus hijos se vuelvan sordomudos, y afirman que no pueden llevar a sus hijos a donde están hablando con las manos y los dedos», dijo Achinkumbur.
Sin embargo, las hermanas no se desaniman y, durante su labor de promoción en la comunidad, educan a las personas en el sentido de que las discapacidades no son contagiosas.
El centro, que celebró su décimo aniversario en julio de 2019, carece de financiación.
Las hermanas han optado por cobrar cuotas por cada trimestre, unos 55 dólares por los estudiantes diurnos y 167 dólares por los internos. Enseñan el programa de estudios del ministerio federal de educación y han graduado cinco grupos de primaria.
Después de eso, algunos estudiantes abandonan debido a la falta de escuelas secundarias de necesidades especiales en el estado. Las Hijas de la Caridad esperan convertir un edificio sin usar para cubrir parte de esa necesidad.
«Es la demanda del pueblo», pero se desconocen los planes de la congregación, dijo Achinkumbur.
Las hermanas ofrecen formación religiosa, rezando diariamente el Ángelus con los estudiantes al mediodía, rezando antes de las comidas y rezando el rosario. Los sacerdotes celebran la misa, que las hermanas traducen al lenguaje de signos para los estudiantes los viernes y domingos en la capilla. Las hermanas organizan clases de catecismo para aquellos que quieren aprender la moral y recibir la Sagrada Comunión.
Las hermanas responden a la interrupción por la COVID-19
Con la aparición de la pandemia mundial de la COVID-19 en febrero y el subsiguiente confinamiento en marzo por el Presidente de Nigeria Muhammadu Buhari, el gobierno ordenó el cierre de todas las escuelas, incluido el centro de San Vicente.
«Nos afectó mucho —dijo Achinkumbur—. Desde ese cierre, no hemos podido pagar a nuestro personal.»
En septiembre, el gobierno federal ordenó la reapertura total de las escuelas, que fue apoyada por el gobierno del estado de Akwa Ibom, donde se encuentra el centro. El centro reanudó sus operaciones el 5 de octubre.
Achinkumbur dijo que el centro había puesto en marcha todos los protocolos de la COVID-19, incluyendo el mantenimiento del distanciamiento social para detener la propagación del virus, que ha infectado a más de 60.000 personas en el país de África occidental. Más estudiantes continúan regresando a la escuela.
Entretanto, Oko subraya la necesidad permanente de que se establezcan escuelas más inclusivas para el desarrollo de los niños que viven con discapacidades.
«Si no tuviéramos una educación inclusiva, habría sido difícil para los alumnos hacer frente a la situación porque la gente no entendería su idioma, lo que llevaría al aislamiento», dijo.
Kelechukwu Iruoma,
periodista independiente en Nigeria.
Fuente: Global Sisters Report
Mi felicitación más sincera y todo mi apoyo, a las Hijas de la Caridad del Centro de Educación inclusiva de San Vicente en Uyo, capital del estado de Akwa Ibom, en el sur de Nigeria (África).
Mi admiración por esa labor tan maravillosa que realizan. Que el Señor les siga fortaleciendo y ayudando en todos sus trabajos y dificultades. Los Pobres se lo merecen y lo necesitan. Que encuentren siempre el apoyo y ayuda de los que tienen medios económicos para colaborar con ellas. Un fuerte abrazo y mis oraciones. Sor Juana
H. de la C.