Puede que te sorprenda que alguien haya dicho: «¡La Iglesia no es experta!»
Pero primero, déjame hablarte sobre mi madre.
Ella no era una experta
- en inglés. Era su segundo idioma.
- en derecho constitucional. Pero estaba orgullosa de su juramento de ciudadanía.
- en las materias que me enseñaron en la escuela. Pero ciertamente se aseguró de que yo hiciera mis deberes.
Pero era una experta que podía oler cuando el aceite de la sartén estaba lo suficientemente caliente para poner la fina rebanada de ternera empanada en la sartén para su maravilloso Wiener Schnitzel.
De las muchas cosas en las que era experta, la más importante, era una maestra experta en la escuela de la vida. A veces comentaba que tenía un diploma de la «escuela de los golpes duros». No siempre acertó con sus palabras. Pero tenía sus valores correctos. Ella fue la maestra que me inculcó los valores por los que todavía vivo.
Estos recuerdos vinieron a mí mientras leía la frase «La Iglesia no es experta», del Papa Francisco.
La Iglesia no es experta
El Papa Francisco completó esta semana una serie de reflexiones a lo largo de 9 semanas sobre la sanación de nuestro mundo en esta época de tantas crisis relacionadas con la pandemia. Comenzó la serie reflexionando sobre el papel de la iglesia en la confrontación física de la pandemia:
«La Iglesia, aunque administre la gracia sanadora de Cristo mediante los Sacramentos, y aunque proporcione servicios sanitarios en los rincones más remotos del planeta, no es experta en la prevención o en el cuidado de la pandemia.»
Hace un llamamiento a los expertos y a los líderes políticos para que se comprometan no sólo con los males físicos provocados por la pandemia, sino también con los sociales. Así que, como el encargado de las «buenas noticias» y la sabiduría de los evangelios, continúa,
En las próximas semanas, os invito a afrontar juntos las cuestiones apremiantes que la pandemia ha puesto de relieve, sobre todo las enfermedades sociales. Y lo haremos a la luz del Evangelio, de las virtudes teologales y de los principios de la doctrina social de la Iglesia.
Exploraremos juntos cómo nuestra tradición social católica puede ayudar a la familia humana a sanar este mundo que sufre de graves enfermedades.
Es mi deseo reflexionar y trabajar todos juntos, como seguidores de Jesús que sana, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza para las generaciones futuras (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 de noviembre 2013, 183).
Sin embargo, a lo largo de los siglos, y a la luz del Evangelio, la Iglesia ha desarrollado algunos principios sociales que son fundamentales (cfr Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 160-208), principios que pueden ayudarnos a ir adelante, para preparar el futuro que necesitamos.
Cito los principales, entre ellos estrechamente relacionados entre sí:
- el principio de la dignidad de la persona,
- el principio del bien común,
- el principio de la opción preferencial por los pobres,
- el principio de la destinación universal de los bienes,
- el principio de la solidaridad, de la subsidiariedad,
- el principio del cuidado de nuestra casa común.
Estos principios ayudan a los dirigentes, los responsables de la sociedad a llevar adelante el crecimiento y también, como en este caso de pandemia, la sanación del tejido personal y social.
Salir a la aventura…
En el día de la fiesta de su homónimo San Francisco, el Papa Francisco pidió prestadas sus palabras para publicar otra encíclica importante… Fratelli Tutti., en la queescribe sobre cosas que han estado en su mente. A principios de este año escribió:
«Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos» (Papa Francisco, Bendición Urbi et Orbi, 27 de marzo de 2020)
Personalmente, yo dedicaré tiempo para rezar por sus recordatorios, mientras construimos «una nueva normalidad».
0 comentarios