Las mujeres de todo el mundo esperaban celebrar en el año 2020 el 25º aniversario de la Plataforma de Acción de Beijing —logros en la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer—. Los planes para elaborar medidas para los próximos años se extinguieron con la llegada de la COVID-19. De hecho, los limitados avances logrados en las últimas décadas fueron echados por tierra por la pandemia, haciendo que el camino a seguir dependiera de las políticas y el enfoque de cada país durante la reconstrucción.
Economía: Según el Informe de Política de las Naciones Unidas sobre el Impacto de la COVID-19 en las Mujeres, las mujeres y las niñas se han visto afectadas en todas las esferas. En el frente económico, ganan menos, ahorran menos y tienen empleos inseguros, principalmente en el sector informal sin beneficios de seguridad social. El empleo de las mujeres está en peligro a una escala sin precedentes, y las consecuencias podrían ser devastadoras para las mujeres no sólo a corto sino también a largo plazo. Las mujeres están perdiendo puestos de trabajo a mayor velocidad que los hombres: el empleo de las mujeres está en peligro un 19% más que el de los hombres. Es más probable que pierdan su fuente de ingresos y menos probable que reciban medidas de protección social.
Salud: Aunque han muerto más hombres como resultado de la COVID-19, la salud de las mujeres en general se ve afectada negativamente por la reasignación de recursos y prioridades. Las mujeres y las niñas tienen necesidades sanitarias singulares, pero es menos probable que tengan acceso a servicios de salud de calidad, medicamentos esenciales y vacunas, atención de la salud materna y reproductiva o cobertura de seguros para los gastos de salud rutinarios y de emergencia, especialmente en las comunidades rurales y marginadas.
A nivel mundial, las mujeres representan más del 70% de las personas empleadas en el sector de la salud y el trabajo social. Los trabajadores de la salud, en particular los que se ocupan de los pacientes de COVID-19, están sometidos a largas jornadas de trabajo, a la falta de equipo de protección personal, a entornos con personal insuficiente y recursos limitados, a la exposición a mayores riesgos de infección y transmisión y a un intenso estrés emocional. Asimismo, el 61,8% de los trabajadores del sector educativo son mujeres; se ven obligadas a adaptar su trabajo para desplegar soluciones de aprendizaje a distancia. También están expuestas a un mayor riesgo de contraer la infección, al igual que otros «trabajadores esenciales» de las cadenas de venta al por menor, transporte, alimentos y bebidas.
Trabajo en cuidados no remunerado: La crisis también ha aumentado las exigencias de atención a las mujeres que siguen trabajando, incluso con un ligero aumento de la participación de los hombres en las tareas domésticas y el cuidado de los niños. Ellas han hecho el máximo esfuerzo por acompañar a los niños en su aprendizaje en línea, en el cuidado de las personas de edad y otros miembros vulnerables de la familia.
Pobreza: La pandemia del coronavirus ha afectado a la pobreza mundial en general, pero las mujeres se ven afectadas de manera desproporcionada. Un estudio encargado por ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), señala que la pandemia de coronavirus ha provocado un aumento del 9,1% en la tasa de pobreza de las mujeres. Según el estudio, «para 2021, por cada 100 hombres de 25 a 34 años que viven en pobreza extrema (viviendo con 1,90 dólares al día o menos), habrá 118 mujeres y eso aumentará a 121 mujeres por cada 100 hombres para 2030». Los datos muestran que COVID-19 empujará a 97 millones a la pobreza extrema para 2021, 47 millones de los cuales serán mujeres y niñas. Estas cifras revelan los profundos defectos de nuestra sociedad y economía.
Violencia de género: Durante la pandemia, la violencia de género ha aumentado exponencialmente debido a la tensión económica y social, unida a la restricción de movimientos y al aislamiento social. Muchas mujeres se vieron obligadas a «confinarse» en casa con sus abusadores, mientras que los servicios de apoyo a las supervivientes eran inaccesibles.
Recuperación: Se habla de la recuperación como: reconstruir de manera más inteligente, mejor, más verde y más justa. Dado el impacto en las mujeres y las niñas, y el papel que juegan en mantener nuestro mundo en marcha, las mujeres deberían estar en el centro de las políticas y programas de recuperación. Según ONU Mujeres, la elaboración de políticas que tengan en cuenta el género es fundamental para cerrar las brechas de pobreza entre los géneros. Para asegurar esto, se necesita una adecuada representación de las mujeres en la planificación de la respuesta y la toma de decisiones de la COVID-19. Dado que las mujeres que trabajan en la economía formal como cuidadoras —desde maestras a enfermeras— están mal pagadas, se requieren cambios transformadores para abordar las normas de pago por género. Es fundamental adoptar medidas para evitar que las mujeres pierdan sus empleos y, de no ser así, establecer mecanismos para que las mujeres vuelvan a trabajar lo antes posible. Más de 100 millones de mujeres y niñas pueden salir de la pobreza si los gobiernos aplican una estrategia de política amplia encaminada a mejorar el acceso a la educación, la atención de la salud, la igualdad de salarios y las transferencias sociales.
Hay una gran necesidad de invertir en el cuidado, tanto remunerado como no remunerado. La pandemia de la COVID-19 ha dejado claro que los servicios de cuidado son un prerrequisito para todos los trabajadores con responsabilidades familiares. Las inversiones en servicios de atención y cuidado tienen el potencial de generar empleos decentes, en particular para las mujeres (e indirectamente también para los hombres), contribuyendo a la integración de las mujeres en el mercado laboral. La inversión en la igualdad entre los géneros es asequible: mientras que se necesitan 2 billones de dólares para sacar al mundo de la pobreza extrema para 2030, sólo se necesitan 48.000 millones de dólares para cerrar la brecha entre los géneros. Los gobiernos tienen que actuar con urgencia, si no lo hacen las cifras aumentarán. Es importante aplicar una perspectiva de género intencional a todas las políticas y programas.
Teresa Kotturan SCN
Representante de la ONG en la ONU
de la Federación de Hermanas de la Caridad.
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