El primer día de asistir a mi nueva escuela primaria, mi madre me dijo: «¡Sólo florece donde estés plantada!» Me había mudado recientemente al otro lado del país con mi familia en la mitad del primer grado, y las palabras de mi madre no lograron que mi mochila de Barbie dejara de temblar. ¿Cómo se suponía que iba a hacer nuevos amigos en una nueva escuela en una nueva ciudad? No era una margarita ni una rosa, así que no había forma de que pudiese «florecer». Afortunadamente, pronto descubrí que el adagio de mi madre era un consejo increíblemente útil en una época de cambios imprevistos.

Voluntarios Vicencianos de Cincinnati 2020-2021

Con todos los cambios que nos ha traído el 2020, me he visto inmersa en otra serie de nuevos comienzos. Recientemente me gradué de la universidad y comencé un año de servicio con los Voluntarios Vicencianos de Cincinnati, básicamente poniendo al revés mis viejas rutinas. No sólo estoy en una nueva etapa de la vida, sino que estoy en un nuevo trabajo, una nueva ciudad, y en una nueva casa compartida con nuevas compañeras. Con todos estos cambios, puede ser fácil sentirse abrumada, descorazonada e incluso ansiosa.

Sin embargo, mi experiencia en mi programa de voluntariado vicentino hasta ahora me ha preparado para afrontar estos cambios con fuerza. Los miembros de mi comunidad y yo intercambiamos historias de la infancia, y hacemos comidas juntas casi todas las noches. El líder de nuestro grupo ha creado un espacio en el que podemos compartir nuestras experiencias de vida con los demás y compartir las emociones producidas por nuestro trabajo. Incluso he podido participar con seguridad en la comunidad de Cincinnati visitando parques y galerías de arte al aire libre. Estoy aprendiendo a florecer lenta pero seguramente donde he sido plantada.

Llego a este programa y a la espiritualidad vicentina con un nuevo sentido de la maravilla. Esta oportunidad me llama a ser humilde ante los demás y a mantener mi espíritu abierto a nuevas posibilidades y a un nuevo crecimiento. Como las flores que tanto amaba mi madre, puedo mirar a mi fe y a mis compañeras para encontrar un hogar en un nuevo suelo. Cuando pienso en esa joven con la mochila de Barbie, veo a alguien que está a punto de abrir su corazón al cambio. Mi esperanza hoy es mantener ese corazón abierto y permitirme crecer en el amor de Dios.