El concepto de diversidad debería atraernos a la mayoría de nosotros. Cuando tenemos una vida que incluye varias y diversas actividades, puede añadir mucho a nuestro propio crecimiento personal. Podemos aprender un nuevo idioma, o un nuevo oficio o hobby. Tal vez aprender una nueva actividad deportiva. Incluso en el trabajo puede ser bastante cansado hacer la misma labor todos los días, pero cuando tenemos la oportunidad de aprender y trabajar en otras tareas o en un lugar diferente, puede añadir una nueva dimensión a nuestro día de trabajo. Por supuesto, muchos de nosotros nos estamos adaptando a trabajar desde casa durante esta pandemia de la Covid-19.
La diversidad también se extiende a los seres humanos y a cómo podemos experimentar y crecer, siendo parte de una sociedad racial y cultural diversa. Al aprender lo que podamos sobre la historia, cultura y tradiciones de fe de otros grupos étnicos, mejoraremos nuestra capacidad de disfrutar plenamente de lo que Dios, sin duda, había planeado para nosotros.
Sin embargo, esta inclusión de la diversidad en nuestras vidas es mucho más que asistir a un evento multirracial. Es más que decir que tienes amigos o que trabajas con alguien de un grupo racializado. Aunque Canadá se está convirtiendo en una nación de muchos orígenes étnicos y raciales, también debemos darnos cuenta de que esto presenta algunos desafíos. ¿Actuamos alguna vez contra el racismo con nuestras propias palabras y acciones? El hecho de que no actuemos ni aboguemos contra el racismo no nos convierte en racistas, pero sí significa que estamos fracasando. Considere este extracto del libro «White Fragility» [Fragilidad Blanca] de Robin Diangelo: «La exclusión de los que están en la mesa no depende de la intención voluntaria; no tenemos que tener la intención de excluir para que los resultados de nuestras acciones sean de hecho la exclusión».
En el mundo de hoy seguimos enfrentando desafíos respecto al concepto de diversidad. Leemos sobre «black lives matter» [las vidas de los negros importan], las escuelas residenciales, el privilegio de los blancos y el racismo sistémico. ¿Apoyamos activamente cambios sistémicos en las leyes y acciones que permiten que el racismo siquiera exista?
Si consideramos la Doctrina Social Católicas y el principio del Bien Común para todos los seres humanos, podemos ver cómo Dios nos ha dado la oportunidad de convertirnos verdaderamente en sus hijos al abrazarnos unos a otros, sin importar la raza, el credo, el color o la religión. La diversidad debe ser celebrada por todos.
Unámonos en una alianza de diversidad que incluya a todas las personas racializadas y cumpla con lo que Dios nos ha dado a todos.
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.
Las opiniones expresadas son las del autor y no representan oficialmente las de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
0 comentarios