Jesús es la confianza extrema en persona que Dios pone en nosotros. Y tal confianza nos alienta a hacernos confiables, fructuosos y listos para entregar a Dios los frutos debidos.
Dios, seguramente, nos toma por personas confiables. Pues si no, no nos arrendaría él a nosotros su viña. Es decir, no nos llamaría a trabajar con él en pro de la justicia.
Pero trabajar en pro de la justicia exige que la encarnemos. Es que si no nos hacemos la justicia que buscamos ver en el mundo, apenas se nos creerá a nosotros. Esto es lo que quiere decir ser la viña que el Señor prefiere.
Y busca el Señor, el cual dedica todos sus cuidados a la viña, que dé uvas ella y no agrazones. Es decir, que no se diga de nosotros: «Esperó de ellos derecho y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis lamentos».
Fructuosos y confiables
Así que nos toca, sí, a los que ahora formamos parte de la casa de Israel y del pueblo de Judá dar frutos de justicia. Y los mismos frutos de justicia los tenemos que entregar al que nos ha llamado a trabajar con él.
No, no hay que decepcionar al que, por su pura bondad, confía en nosotros. Defraudarle es arruinarnos (véase también Gal 5, 15). Y así como «amor saca amor», así también la confianza nos llama a ser confiables. Pero, ¿lo somos?
¿Qué diría Dios de nosotros frente al hambre, la desigualdad, el racismo, el egoísmo y la indiferencia de nuestro tiempo? ¿A cuántos profetas más se les rechazará y se les matará en el mundo? ¿No dejaremos de distorsionar el sentido (M. Donizzeti; 17º Domingo de T. O.) de Dt 15, 11 (véase Mt 26, 11): «Nunca dejará de haber pobres en la tierra» y excluir Dt 15, 4: «Es verdad que no habrá pobres entre los tuyos»?
Y, ¿hasta cuándo tendrá que sufrir hasta el extremo el Hijo de Dios debido a la codicia? Además, ¿no sería que se nos dijera: «Os quitará a vosotros el reino de los cielos y se dará a un pueblo que dé sus frutos»? Y no es del todo improbable que nos pregunte Jesús: «¿Qué habéis hecho con mi Iglesia?».
No cabe duda que nos conviene escuchar bien las advertencias confiables de que cuando no usamos debidamente las gracias de Dios, él se las pasa a otros (SV.ES XI:188-189. 244. 245. 246. 709-710. 803).
Señor Jesús, perdónanos, que no siempre somos confiables ni fructuosos. Ni siempre buscamos lo verdadero, noble y justo. Pero no nos abandones, especialmente cuando contruyas una nueva casa, un pueblo nuevo, que te tenga a ti por piedra angular. Concédenos hacer lo que tú haces en tu Cena, para que reine tu justicia en el mundo.
4 Octubre 2020
27º Domingo de T. O. (A)
Is 5, 1-7; Fil 4, 6-9; Mt 21, 33-43
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