Cada semana, un miembro de la Familia Vicenciana nos compartirá una porción su experiencia en estos últimos meses. Desde lo íntimo de su corazón, propondrá un mensaje de esperanza, porque (estamos convencidos) también hay lecciones positivas que aprender de esta pandemia.

Esta situación tan dura que hemos vivido como familia —y yo como médico, en primera línea, tratando a pacientes con COVID-19— nos ha hecho volver a nuestra esencia. Como familia, a valorar las cosas mas pequeñas, el poder estar juntos (¡cuánta soledad he visto en el hospital!), a poder mirar más “hacia dentro” de nosotros y, también, a confiar más en el Señor.

A menudo, cómo médicos, palpamos con nuestras manos el cuerpo sufriente de Cristo en nuestros hermanos los enfermos. Durante esta pandemia lo he podido experimentar más que nunca. Hemos tenido que acompañar a pacientes muy graves y, además, solos. También, informar a las familias, por el frío teléfono, ha sido complicado.

La verdad es que he tenido la sensación de sentirme muy pequeño ante tanto desastre, pero con la fuerza del Espíritu Santo alentándome.

Menos mal que no estamos solos, tenemos la comunidad. Yo pertenezco al grupo de música católica «Maranatha» y he sentido cerca la oración de mis hermanos, también el «estar juntos» en esta situación tan difícil, aunque no podíamos vernos ni ensayar. El poder coger la guitarra en los ratos libres y cantarle y rezarle al Señor de la vida ha sido un descanso y agua fresca en este camino.

Juan Francisco, un paciente que estaba muy grave, un día me dijo: «Yo creo, D. Luis, que cuando pase todo esto vamos a ser mejores personas, le vamos a dar más importancia a las cosas pequeñas, vamos a ir a la esencia de las cosas. Yo creo que vamos a volver más a Dios».  Ojalá que así sea.

Luis Broseta,
médico internista del Hospital General Universitario de Albacete (España)