Cada semana, un miembro de la Familia Vicenciana nos compartirá una porción su experiencia en estos últimos meses. Desde lo íntimo de su corazón, propondrá un mensaje de esperanza, porque (estamos convencidos) también hay lecciones positivas que aprender de esta pandemia.
Esta pandemia y el consiguiente periodo de distanciamiento ha sido un tiempo de reflexión y meditación.
Por ser mayor de 70 años, no puedo salir, pero soy la sub-coordinadora de un Hogar de Ancianos y desde lejos controlo qué está pasando ahí. Comparto reflexiones vicentinas con las demás Voluntarias Vicentinas, para no perder la comunicación y dar mensajes de ánimo. Asisto la misa virtual y rezo del rosario diario. Llamo a mis amistades que están alejadas o son mayores y viven solas para darles ánimo. También estoy en un grupo virtual de miembros de la Familia Vicentina, donde se dialoga y se proponen ideas para acrecentar nuestra mística vicentina y las conclusiones las comparto con otras Voluntarias Vicentinas.
No me desaliento porque creo que Dios tiene una misión para cada uno de nosotros que, si no podemos concretarla ahora, la estamos creando para ponerla en acción mañana o en el futuro. Dios tiene un propósito para cada uno y debemos descubrirlo ahora que tenemos tiempo de ello.
Bendiciones a todos los que estamos todavía sanos y cuidémonos. Dios no nos olvida. El nos creó y confía en nosotros, y nosotros debemos confiar en Él.
Yolanda Sett de López,
Asociación Internacional de Caridades (AIC), Guatemala
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