Vicente de Paul, Luisa de Marillac, Federico Ozanam y el papa Francisco tuvieron que encontrar la forma de atender al pueblo durante una época de pandemia. Vicente y Luisa tuvieron que enfrentarse a varios brotes de la peste, que provocó la muerte de miles de personas durante el siglo XVII. Federico y otros miembros de la recién creada Sociedad de San Vicente de Paúl cuidaron de los afectados por el cólera (altamente contagioso y mortal). El papa Francisco ha tenido que ejercer su ministerio en medio de la pandemia de la Covid-19, que ha infectado a casi 27 millones de personas en todo el mundo y se ha cobrado la vida de más de 875.000 personas, hasta el momento.
Aunque separados por siglos, en cada una de estas situaciones encontramos, no obstante, muchas similitudes:
- Los pobres y los marginados fueron las personas más gravemente afectadas;
- Se exigió un gran sacrificio a los que cuidaban de las víctimas de estas pandemias;
- Los ritos tradicionales de duelo y entierro tuvieron que ser suprimidos;
- La vida cotidiana «normal» se detuvo;
- El hambre y la falta de vivienda se agudizaron;
- Los trabajadores esenciales estaban en mayor riesgo (Marguerite Naseau, [la «primera Hija de la Caridad»] murió mientras cuidaba a una pobre mujer afectada por la peste).
Cada una de estas pandemias generó enfermedades físicas, espirituales y sociales y, por lo tanto, la sanación tuvo que tener lugar a muchos niveles diferentes.
La visión de Vicente y Luisa sobre la sanación: la creencia fundamental que cimentó la comprensión de Vicente y Luisa sobre la sanación se encuentra en sus palabras, repetidas con frecuencia, de que los pobres tienen el honor de representar a los miembros de Jesús y tienen la imagen de Dios impresa en ellos. Además, Luisa afirmó que los miembros de las Cofradías de la Caridad deberían mirar a los pobres enfermos como a sus propios hijos, ya que Dios los había hecho sus madres (Cf. SWLM:708 [A.56 – Regla de la Caridad]).
Sin embargo, estaba muy claro, tanto para Vicente como para Luisa, que la dignidad de la persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios, no estaba en el centro de la sociedad de la manera que debería haber estado. Por lo tanto, no hubieran tenido ningún problema en afirmar las palabras que el papa Francisco pronunció durante su reciente audiencia semanal: «el principio de la dignidad de la persona, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de la solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de nuestra casa común. Estos principios ayudan a los dirigentes, los responsables de la sociedad a llevar adelante el crecimiento y también, como en este caso de pandemia, la sanación del tejido personal y social» (Papa Francisco, Audiencia General, 5 de agosto de 2020).
Nosotros, como miembros de la Familia Vicenciana Mundial, somos líderes, responsables de la sociedad, responsables de fomentar el crecimiento y la sanación. ¿Cómo, entonces, podemos hacer de esos principios mencionados una parte de nuestra vida y de la vida de la sociedad en general? ¿Dónde y cómo podemos incluso empezar a iniciar tal proceso? ¿Es ilusorio creer que realmente podríamos participar en tal proceso?
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