Desde hace pocas décadas, los medios de comunicación modernos han transformado —y siguen haciéndolo— la forma de relacionarse de las personas, y sus fuentes de formación y de información. Un estudio de la Universitat Jaume I de Castellón (España)[1] asegura que el 75% de los jóvenes entre 16 y 30 años usa las redes sociales para informarse, y solo el 28% lee prensa tradicional. El peligro de estos medios alternativos de conseguir información es lo que todos conocemos como fake news, noticias falsas que inundan las redes y que llenan Internet de basura informativa.
No hay que confundir fake news con errores informativos. Mientras estos son puntuales, inevitables y los cometemos todos, aquellos son intentos de manipulación que generan confusión, dudas e inquietud, cuyo único propósito es modelar la opinión pública y desvirtuar la realidad. Es fácil toparse con las noticias falsas y, si no se tiene cuidado, acabar atrapado en la cadena que las propaga, reenviándolas y compartiéndolas, sin pasar un mínimo filtro de veracidad. En definitiva, son ataques malintencionados a la veracidad, que nos obligan a «nadar en el fango» de Internet, con el peligro de que acabemos ensuciados y manchemos a nuestras personas cercanas.
Federico Ozanam y la Sociedad de San Vicente de Paúl, en su época, tampoco se libraron de este tipo de ataques y fake news. Dos ejemplos:
- En 1848, Federico escribe en el periódico l’Ère Nouvelle [La Era Nueva] el artículo «Los peligros de Roma y sus esperanzas», que termina con una frase, «Pasémonos a los bárbaros», que causó gran revuelo, no tanto por el contenido del artículo, que era sumamente razonable, sino por los ataques y descalificaciones que recibió de gente que no se preocupó de saber qué es lo que Federico quería decir.
- En 1853, el Gran Duque de Toscana no autorizaba la fundación en Florencia de una conferencia de la Sociedad, porque le habían informado, falsamente, que en la Sociedad se reunían «personas […] que habían participado en la guerra de la independencia» (en palabras de Amélie). Federico, ya muy enfermo, tuvo que presentarse ante la Gran Duquesa para explicarle que la Sociedad era una obra de caridad en la que no se hacía acepción de personas, ni se hablaba de temas políticos en sus reuniones.
Hoy día sufrimos una pandemia que ha multiplicado la aparición de noticias falsas en torno al covid-19, algunas muy graves y que incluso han llegado a producir muertes. Recordemos, por dar un ejemplo sonado, aquel desgraciado comentario de las «posibles bondades» de inyectarse desinfectante del presidente Trump: «Lo que veo es que el desinfectante, que mata [al virus] en un minuto —¡en un minuto!— igual hay una manera de hacer algo así inyectándolo en el interior, casi como una limpieza., porque como pueden ver, [el virus] penetra en los pulmones y tiene un efecto enorme. Sería interesante probarlo. Habrá que usar médicos para hacerlo, pero a mí me parece interesante». Tras este comentario, sin ninguna base científica y contrario al sentido común, más de 100 personas fueron ingresadas en los Estados Unidos después de ingerir detergente o lejía. De nada sirve que Trump alegase luego de que estaba siendo «sarcástico». En temas sensibles hay que ser claro y no hay margen a provocar confusión.
Son miles y miles los fakes que han corrido por las redes sociales alrededor del virus covid y su tratamiento. Incluso hay personas (negacionistas) que consideran que todo es una trama internacional para controlar a las personas ¡buscando insertar un chip en cada ser humano! La estulticia de algunas personas parece no tener límite.
Ante todo esto, tenemos que confiar en los científicos y las noticias de cauces confiables, que son los que están dándonos los datos y las orientaciones más adecuadas. Pueden equivocarse en algún momento puntual, ante una situación novedosa, pero estamos seguros que buscan nuestro bien y que desean doblegar al virus.
Las noticias falsas son omnipresentes en la Red y no se limitan a la pandemia. Están por todas partes y afectan a todas las informaciones que nos llegan de cualquier tema. Tengamos, pues, cuidado con las fake news; acostumbrémonos a usar fuentes fiables de información, y a no compartir informaciones de fuentes no confiables que, por ser sorprendentes en grado sumo, tienen visos de ser falsas. No seamos transmisores de fakes news. No es difícil reconocerlas: habitualmente son fantasiosas, exageradas y, tantas veces, contrarias al sentido común.
Nota:
[1] Casero-Ripollés, A. (2012) “Más allá de los diarios: el consumo de noticias de los jóvenes en la era digital”. Comunicar, nº 39, v. XX. Revista Científica de Educomunicación: ISSN: 1134-3478: páginas 151-158.
Javier F. Chento
@javierchento
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