Cada semana, un miembro de la Familia Vicenciana nos compartirá una porción su experiencia en estos últimos meses. Desde lo íntimo de su corazón, propondrá un mensaje de esperanza, porque (estamos convencidos) también hay lecciones positivas que aprender de esta pandemia.
Durante esta pandemia, nuestra realidad ha sufrido cambios significativos. Muchas estructuras y proyectos de vida se vinieron abajo. Ha afectado directamente a la libertad, la movilidad, la economía y el trabajo, como la limitación de las relaciones familiares, el cierre de los colegios y paréntesis en las relaciones personales y con los grupos pastorales y parroquiales.
Como matrimonio de edad avanzada, también hemos sufrido este aislamiento con incertidumbres, dependiendo prácticamente de nuestros hijos y con miedo al contagio, a la muerte y las pérdidas familiares.
Pero también ha sido un espacio y tiempo para la reflexión, de caer en la cuenta de la intranscendencia de muchas de nuestras ocupaciones, y de echar mucho de menos a nuestra familia y amigos. Hemos sido conscientes, una vez más, de que solo el Señor está por encima de todos los acontecimientos del mundo. Hemos incrementado nuestra relación e intimidad con el Señor a través de muchos momentos de oración, de la exposición de la Eucaristía y misa retransmitidas por los medios, también con la Virgen, rezando el rosario, y durante la Semana Santa en la reflexión sobre la pasión, en el viacrucis. Nos damos cuenta de que solo por la fe hemos podido superar muchos ratos de tristeza y desesperanza.
Hemos sufrido el dolor y sufrimiento de los demás y nos hemos conmovido constantemente con el dolor y la muerte, cuando desde nuestra casa escuchábamos las sirenas de las ambulancias y veíamos pasar los coches funerarios desde nuestra ventana. Pero también hemos intensificado el contacto diario telefónico con las personas más solas y necesitadas, y hemos realizado algunos videos para animar y entretener a los grupos y apoyado económicamente las necesidades más perentorias.
¿Qué estamos aprendiendo de todo esto? A no perder de vista los riesgos y nuestra dependencia absoluta de Dios, a aprovechar al máximo nuestros días de vida, y que estos días los utilicemos para dar más amor a los nuestros y a los demás. Y a prescindir de lo que no es importante.
Vicente Hernández,
Presidente de la Familia Vicenciana y de la Sociedad de San Vicente de Paúl de Albacete (España),
Inmaculada Escribano,
Presidenta de Vida Ascendente de Albacete.
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