Jesús no nos deja solos especialmente en los momentos difíciles. Extiende él la mano y nos agarra para que no nos hundamos.
Solos se adelantan los discípulos en una barca. Mientras tanto, Jesús despide a la gente. Luego, sube él al monte a solas para orar. Llega la noche y aún allí está él solo.
Y es cuando solos que les pasa a los discípulos algo que les mete miedo. Es que su barca la sacuden las olas debido a una tormenta de viento. Y por si fuera poco, se les parece que en una noche cerrada un fatasma anda sobre el mar. Por lo tanto, se asustan aún más y gritan de miedo.
Nos asustamos y gritamos también los que estamos en medio de una tormenta, y nos sentimos solos. Nos azotan el coronavirus, y los males que éste engendra, y también «enfermedades sociales y espirituales», como el racismo. Y para colmo, hay los que tienen visiones de un Dios que manda enfermedades como juicio por nuestros pecados.
El Papa Francisco, en cambio, dice que no es el momento del juicio de Dios, sino de nuestro juicio. Es «el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa …. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia … [el] Señor, y hacia los demás.»
No estamos solos en los momentos difíciles.
El que domeña las aguas, las olas y los vientos no es ni un fantasma ni un Dios justiciero. Al igual que el que se llama: «Yo soy el que soy», y escucha a los que se hallan en apuros, Jesús nos calma a los con miedo. Nos dice: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». No, no estamos solos.
Y nos llama a creer, confiar y fijarnos en él. Es que si se nos apoca la fe y lo perdemos de vista, nos hundiremos. Pero no nos preocupamos; pase lo que pase, igual no dejará él que nos hundamos.
Si nos empezamos a hundir, él extenderá la mano, sí, para agarrarnos. Hará él de nuestra crisis una oportunidad para que nos convirtamos. Para que vivamos, no encerrados en nuestros intereses, sino en el servicio de los demás y en comunión con ellos.
Tal es la vida que quiere Jesús que llevemos, una vida realmente basada en él. No en el poder triunfalista. Ni en los respetos humanos, apoyos sociales, y privilegios y botines de la cultura dominante. Ni en los prestigios y las seguridades de la Iglesia del pasado.
Señor Jesús, para no dejarnos solos, te haces como nosotros en todo menos en el pecado. Para que, a nuestra vez, nos hagamos como tú, concédenos vivir, morir y ocultarnos en ti, y llenarnos de ti (SV.ES I:320). Así también serviremos a los demás hasta entregar nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre por ellos. Hasta ser proscritos y alejados de ti por el bien de ellos.
9 Agosto 2020
19º Domingo de T. O. (A)
1 Re 19, 9a. 11-13a; Rom 9, 1-5; Mt 14, 22-33
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