Al parecer, algunas personas en la Familia Vicenciana piensan que nuestro trabajo sobre el cambio sistémico (CS) ha llegado a su fin. Ese pensamiento quizás solo representa sólo el punto de vista de una minoría. Parece algo en gran parte sobreentendido, pero no obstante necesita ser abordado. Entre las varias razones para este pensamiento están las siguientes:

• Algunos se han cansado del término CS. Quieren dejarlo ya, después de catorce años más o menos de artículos y talleres sobre el pensamiento y la práctica del CS.
• Otros indican lo ocupados que ya están. “Ya llevo muchas cosas, y ahora ¿se supone que debo encargarme de qué exactamente? ¿De un nuevo ministerio?”
• Una vez escuché a un vicenciano, entonces en una posición importante de liderazgo, decir que el cambio sistémico es realmente para los que viven en el “Tercer Mundo”.
• Algunos creen que ya están haciendo CS.

En primer lugar, dada nuestra frecuente limitada capacidad de atención, el CS, para que sea efectivo y logre algo realmente, debe ser una forma permanente de pensar y abordar nuestro ministerio y servicio de los demás, especialmente a los empobrecidos. Primero, nos cambia la forma en que vemos y analizamos los problemas, cómo juzgamos los asuntos y cómo respondemos. Tenemos que revisarnos constantemente para ser conscientes de poner en práctica la metodología del CS al trabajo que hacemos, si de hecho queremos ayudar a los que están atrapados en la pobreza a crear una vida mejor.

¡Sé que la Familia Vicenciana está ocupada! Si nos encontramos con personas hambrientas, primero hay que alimentarlas, antes de analizar, ojalá con ellas, por qué esto es así y qué se debe hacer. Pero la cuestión es si nuestra respuesta llega a la raíz de los problemas sociales o se queda sólo en la superficie de las cosas. Nuestra Caridad inicial debe avanzar para lograr una parte de Justicia mediante el cambio de estructuras. Con frecuencia, la promoción es parte de este esfuerzo, pero para cambiar algo en profundidad y permanentemente, esta debe ser creativa y audaz. San Vicente ofrece un ejemplo convincente de semejante creatividad y trabajo de transformación. ¿Podemos adoptar ese espíritu y comprometernos en una defensa audaz para y con los empobrecidos, nuestra porción elegida?

El CS se necesita en todas partes. Ciertamente en el mundo en desarrollo, pero a menudo pienso que el mundo entero se beneficiaría enormemente de un CS que transforme los sistemas y las estructuras, la toma de decisiones de las naciones ricas. A fin de cuentas, la pobreza es una decisión política, una elección deliberada. La pobreza no es inevitable y puede ser eliminada.

El último argumento es clave. Todo lo que hacemos NO es CS. El increíble trabajo caritativo por el que nuestra familia es bien conocida puede ser una maravillosa promoción de la persona y la familia, pero no es CS en su sentido pleno. La magnitud es limitada y el cambio frecuentemente sólo es temporal. Si de veras vemos que todo está conectado con todo lo demás, formando sistemas en los que vivimos, tendríamos un entendimiento más amplio de las formas efectivas de introducir elementos de cambio que lleven a transformaciones radicales. La caridad por sí sola, nos recuerda el beato Federico Ozanam, no es suficiente.

Todos podríamos cuestionarnos un poco más sobre los efectos a largo plazo de lo que hacemos, y ciertamente podríamos beneficiarnos de una reflexión continua sobre lo que constituye un cambio real y duradero:

El objetivo del cambio sistémico, para las personas que viven en la pobreza, va más allá de proporcionar alimentos, ropa, refugio y aliviar las necesidades inmediatas. Permite a las propias personas participar en la identificación de las causas fundamentales de su pobreza y crear estrategias, incluida la promoción, para cambiar las estructuras que las mantienen en la pobreza. El cambio sistémico requiere transformar nuestra forma de pensar.

Jim Claffey,
representante de la ONG de la Congregación de la Misión ante la ONU.