Por primera vez en nuestra vida, vivimos en tiempos de un “ayuno Eucarístico” forzado, debido a las disposiciones anti-coronavirus. La Eucaristía es ciertamente el centro de la vida cristiana. Es una experiencia comunitaria y una celebración de nuestra fe, y una fuente de alivio, consuelo y fortaleza. Por eso es verdaderamente una situación triste y penosa para muchos creyentes. La mayoría de las diócesis han hecho arreglos para transmitir la celebración Eucarística por televisión e internet. Puede ser ciertamente una buena cosa, en esta situación extraordinaria. Sin embargo, es también una oportunidad para centrarse en algunos de los aspectos no tan destacados de nuestra fe. Para nosotros es un tiempo para recibir la Palabra encarnada en la Palabra misma que son las Escrituras. Un momento de volver a la Biblia en lugar de esperar a escuchar la Palabra de Dios sólo en la celebración Eucarística.
De vez en cuando, la Iglesia ha enseñado siempre a los fieles a encontrar y recibir a Jesús en la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II afirma que “la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del cuerpo de Cristo, sobre todo en la liturgia. Siempre las ha mantenido y continúa haciéndolo… (Dei Verbum, n. 21). San Jerónimo dice: “Tomamos la carne y la sangre de Cristo en la Eucaristía, pero también leyendo las Escrituras… Considero el Evangelio el cuerpo de Cristo.” Ignacio de Antioquia escribe: “Debemos acercarnos a las Escrituras como la carne de Cristo,” y Máximo escribe: “Por medio de cada palabra escrita en la Biblia la Palabra se hace carne.” Cesáreo de Arlés escribe: “Quien escuche de forma descuidada será tan culpable como quien negligentemente deje caer el cuerpo del Señor al suelo.” Por eso los Padres hablan de “Partir la Palabra” así como el Pan de la Eucaristía es partido.
Este tiempo forzado de “ayuno eucarístico” es una oportunidad para todos para descubrir que, según los mandatos del Vaticano II, la Biblia debe llegar a ser alimento para cada uno y estar en las manos de cada uno. Las familias pueden reunirse cada día, tomar las lecturas del día, leerlas, hacer un poco de silencio y concluir con un momento de intercesión y oración. Para los religiosos, a la Liturgia de las Horas se le podría dar su papel de celebrar el misterio de Cristo al ritmo del día, para santificarlo. Esto es, hacer visible la presencia de Cristo en la vida diaria. De esta manera, el distanciamiento físico puede ser al mismo tiempo, un tiempo de particular encuentro con Jesús, presente en las Escrituras como en la Eucaristía, a través de la escucha orante de su palabra.
Este tiempo podría ser una cuarentena para recordar a Dios. Podría ser un tiempo para mantener una cercanía íntima con Dios, mientras nos distanciamos de la salvación de nuestro prójimo y de nosotros mismos, pero seguimos estando muy cerca unos de otros a través de la conciencia. ¡Dios nos conecta y nos apoya! Comprendemos esta cuarentena: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Dt. 8,3).
Augustine Elayanikkattu Abraham Siby CM
Provincia India Sur de la Congregación de la Misión
Fuente: https://cmglobal.org/
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