¡Tiene que haber un sistema mejor!
No sé tú, pero yo agito la cabeza cuando leo sobre la escasez de equipos y personal crítico. Agito la cabeza cuando escucho informes de estados obligados a pujar uno contra otro por suministros vitales, y para verse superados por varias agencias federales. Agisto la cabeza cuando escucho sobre individuos que acaparan o incluso roban los suministros necesarios.
Tengo la edad suficiente para recordar a mis padres hablando de la necesidad de racionar, debido al esfuerzo de la guerra, a finales de la Segunda Guerra Mundial… y de sus frustraciones por ello.
Lecciones de la historia
El racionamiento fue un hecho cotidiano durante la Segunda Guerra Mundial.
El esfuerzo militar se materializó en grandes cantidades de carne, lácteos, azúcar, neumáticos, gasolina, nylon y otros productos básicos. Para garantizar a los consumidores el acceso a productos esenciales a precios razonables, la Oficina de Administración de Precios de los Estados Unidos (OPA) distribuyó libros de cupones que fijaban límites cuidadosos al consumo de cada uno. Sin cupones, no se conseguía azúcar —o zapatos—. Rationing in WWII America [El racionamiento en la Segunda Guerra Mundial América].
Aún joven como era, notaba la ira de mis padres hacia aquellos que se beneficiaban del «mercado negro». Sus conversaciones también estaban teñidas de cierta envidia cuando veían a otros tratando de eludir las restricciones.
Al recordar sus conversaciones, me doy cuenta de que estaban convencidos de que debíamos colaborar en el «esfuerzo por la guerra». También recuerdo que aceptaron el hecho de que si queríamos ganar, teníamos que colaborar para asegurarnos de que había suficientes suministros necesarios para ir a los lugares tanto domésticos como en el extranjero.
¿Era el mejor sistema? ¡No lo creo! La gente tenía muchas de las mismas reacciones que muchos de nosotros tenemos hoy día. Pero fue una de las principales contribuciones al «esfuerzo bélico».
Lecciones para hoy
Mientras reflexiono sobre esta historia, no puedo dejar de pensar en lo relevante que es el empuje de la Familia Vicenciana para el cambio sistémico y la colaboración. Este impulso se basa en la conciencia de que somos hermanos y hermanas. Debemos pensar en el panorama más amplio, más allá de nuestras propias necesidades inmediatas e incluso más allá de las medidas de primeros auxilios, tan importantes como son.
Una de las diferencias que veo hoy es que entonces, en su mayor parte, la gente compartía una visión y comprensión común de lo que había que hacer. También compartían un conjunto de hechos comunes.
Qué diferente es, hoy día, cuando grandes segmentos de la población no pueden mirar más allá de sus propios deseos y anhelos. No se dan cuenta de que lo que sucede en una parte del sistema afecta a todo el sistema. Estamos todos juntos en el barco. ¡Tiene que haber una mejor manera!
Ha habido muchas peticiones de oración para superar estos tiempos difíciles. Me gustaría sugerir que tomemos en serio las lecciones que Vicente y Luise pueden enseñarnos sobre la colaboración, en lugar de la competencia.
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