A todos los cohermanos de la Congregación de la Misión.
Mis queridos cohermanos,
¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!
“Mirad, hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5).
En este periodo de gran sufrimiento, como consecuencia de la pandemia del COVID-19, muchos han sido infectados, otros tantos están perdiendo la vida, seguramente miembros de nuestras familias, de la Familia Vicentina, amigos o personas que conocíamos y servíamos. Numerosas familias y comunidades sufren la pena de la pérdida de un ser querido, pérdida del trabajo, pérdida de la paz interior, consecuencia de la enfermedad, el auto-confinamiento, el aislamiento de la sociedad, y las preocupaciones sobre el futuro.
Me gustaría, en este momento, con estas sencillas líneas, llegar hasta el corazón de cada Provincia, Vice-Provincia, Región, Misión Internacional, el corazón de cada comunidad y de cada cohermano de nuestra Pequeña Compañía, dondequiera que trabaje, dondequiera que se encuentre ahora, nuestros cohermanos-obispos en todo el mundo y los cohermanos que, por una razón u otra, están viviendo fuera de la comunidad de la CM, muchos de ellos solos.
Nuestro Fundador San Vicente de Paúl expresó una vez con tanta emoción, que hasta podría imaginarlo con lágrimas en los ojos, ¡Cuánto siento su pena! [1] Estas son las palabras que me gustaría repetir hoy a cada uno de ustedes, queridos cohermanos, ¡Cuánto siento su pena! ¡Soportamos el sufrimiento de cada uno de nosotros!
Sin embargo, ¡en este periodo de gran sufrimiento nuestra cercanía espiritual, emocional y mental con los demás dentro de la Congregación y, a través de cada uno de nosotros, con todos aquellos a los que cada uno de nosotros lleva en su corazón, aquellos a los que servimos, ¡ha alcanzado proporciones extraordinarias! Hemos profundizado nuestra vida de oración. Hemos crecido en apertura hacia los demás. Hemos intensificado nuestra búsqueda para soluciones comunes a la drástica situación que estamos experimentando como individuos, comunidades, familia, países, continentes, y mundo.
Estamos profundamente agradecidos al personal médico que, día y noche, están luchando por la vida de miles y miles de hermanos y hermanas nuestras en todo el mundo. Estamos profundamente agradecidos al Papa Francisco, obispos, sacerdotes, hermanos, diáconos, hermanas, todas las personas consagradas, y el laicado. Con iniciativas maravillosas, todas estas personas permanecen en contacto con los demás, con los enfermos, los abandonados, los sin hogar, sus comunidades parroquiales, otros grupos eclesiales, y diócesis, ayudando a las personas en sus distintas necesidades materialmente, emocionalmente, psicológicamente, y espiritualmente. Valoramos muchísimo a las autoridades gubernamentales nacionales y locales, la policía, los servidores públicos, y muchos voluntarios que están comprometidos en esta batalla.
Ustedes, queridos cohermanos, están ciertamente en las primeras líneas en muchas de estas áreas, un cohermano más en un área, otro más en otra, pero estoy convencido de que cada uno de nosotros está intentado hacer lo mejor. ¡Permítanme agradecérselo desde lo profundo de mi corazón!
Sabemos que, haciendo el bien, necesitamos, al mismo tiempo, estar atentos y seguir las prescripciones y directivas que nos han dado los líderes gubernamentales y autoridades sanitarias, para bien de todos, para los que son servidos, así como los que sirven. No obstante, esto no nos impide ser inventivos y ver qué más se puede hacer por nuestros hermanos y hermanas, ayudándoles en el espíritu de nuestro Fundador, globalmente, en cualquier área en la que actualmente estén más necesitados.
Es también parte de nuestro carisma implicar a otros en las iniciativas que nos inspire Jesús a realizar. Actuamos juntos como cohermanos con otros miembros de la Familia Vicenciana, así como otros colaboradores. En este momento, nuestros pensamientos van también más allá del presente momento
al periodo en que la pandemia coronavirus esté mayormente superada. Muchísimas personas sentirán las dramáticas consecuencias de lo que la economía mundial está experimentando como resultado del virus.
A medida que continuamos profundizando en nuestras vidas de oración, individualmente, como comunidad, como una Congregación, apoyándonos mutuamente, apoyando a las personas que servimos, nuestras familias y amigos, en medio de todo este sufrimiento, inseguridad, y lucha, las palabras de Jesús del libro del Apocalipsis se vuelventan consoladoras y edificantes para nosotros y para los demás: “He aquí que hago nuevas todas las cosas.”
En este momento, invito a cada uno de nosotros a meditar estas palabras de Jesús que toca cada rincón de nuestro propio interior, todo lo que somos, todo lo que pensamos, todo lo que hacemos. Jesús nos está diciendo, en otras palabras: Siempre estoy en movimiento, siempre me muevo hacia adelante, siempre me muevo para mejor. Siempre estoy haciendo cosas nuevas para vosotros, para cada uno, para cada comunidad, para la Pequeña Compañía, para todos nuestros seres queridos, para las personas a las que servimos, para los pobres.
Es en este momento específico de gracia que se nos ha dado, también nosotros estamos invitados a reflexionar, orar, y meditar lo que hace Jesús por Sus palabras: “Yo hago nuevas todas las cosas”, lo que significa para mí personalmente, para mi comunidad, para la Pequeña Compañía. Esta pandemia ha tocado las vidas, los corazones y las mentes de la mayor parte de la humanidad. Estamos invitados y llamados a ver la realidad presente también a través de los ojos y el corazón de Jesús, para confiar totalmente en la Providencia que, de esta desgarradora realidad en la que vivimos, algo bueno, positivo y mejor surgirá, ya que Jesús sigue caminando por el mundo ¡haciendo todas las cosas nuevas!
Queridos cohermanos, en la Curia General, hemos recibido e-mails, llamadas telefónicas, mensajes WhatsApp de ustedes y sus comunidades compartiendo con nosotros la realidad en la que viven, su estado de salud, el estado de salud de las personas a las que sirven. Estamos muy agradecidos por toda noticia que nos llega de ustedes de cualquier parte del mundo al incluirles a ustedes en nuestra oración, la Eucaristía.
Queridos cohermanos, una vez más, mi cordial agradecimiento a todos ustedes, mientras acompañamos a Jesús por el mundo en mente, corazón y cuerpo, Él que sigue haciendo todas las cosas nuevas.
Su hermano en San Vicente,
Tomaž Mavrič, CM
Superior General
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1 Vicente de Paúl Obras Completas, Trad. de A. Ortiz sobre la edición crítica de P. Coste, Ediciones Sígueme, Salamanca : 1972, Tomo I, página 198.
Gracias y .a seguir trabajando para los más necesitados le mando un afectuoso saludo anombré de la región X1 voluntarias Vicentinas