Todos sabemos que el hecho de ser vicentinos nos convierte en misioneros. Y de eso es de lo que quería hablarte.
Tenemos, en contrapartida nuestro trabajo vicentino, una de las barreras que podríamos usar como excusa, que es la de la «distancia».
Si somos mayores, «está demasiado lejos para mi edad»; si somos jóvenes, «está demasiado lejos y no tengo dinero». Son estos dos pequeños ejemplos de cómo la distancia podía interponerse en nuestro camino. Porque, aunque la distancia geográfica es a veces grande, no es eso lo que estamos viendo desde la juventud; lo que estamos viendo es esta confrontación con la «distancia» incluso con los trabajos, facultades y otras responsabilidades diversas… y me gustaría hacer hincapié en estas responsabilidades porque, muchas veces, incluso hoy en día, se tacha a los jóvenes de «no terner responsabilidad»; pero todos los coordinadores sabemos que si no tuviéramos responsabilidades, no seríamos coordinadores. ¿Está de acuerdo?
Es importante entender que todos fuimos jóvenes alguna vez, y que la juventud es una época de transición. La transición cuando tenemos que encajar en la sociedad en su conjunto, ya sea en el campo social, el trabajo o el estudio. No es fácil para el joven, que aún no sabe cómo será su futuro, renunciar a sus otras responsabilidades y conciliar tan bien su vida vicentina.
Pero, a pesar de esta realidad y de todas las excusas que pudimos dar, la Familia Vicenciana sigue siendo nuestra inspiración, donde podemos enfrentar esta barrera que se llama distancia.
Antonio Mikael Ferreira da Silva,
coordinador de jóvenes del Consejo metropolitano de la Sociedad de San Vicente de Paúl de Fortaleza (Brasil)
0 comentarios