Jesús mira a las personas como las mira el que lo ha enviado. Al mirar como él, tendremos la luz de la vida y haremos buenas obras.
No coinciden Jesús y sus seguidores en la manera de mirar al hombre ciego de nacimiento. Los seguidores toman la ceguera como castigo del pecado por parte de Dios. El Maestro, en cambio, no busca a quién culpar y castigar. Prefiere ayudar al ciego y manifestar en él las obras de Dios.
Pero se ha de admitir, en favor de los discípulos, que ellos se están preguntando. Al mirar a Jesús, dan a entender que quieren que se les aclaren ciertas dudas. Así que aún hay esperanza de que vean ellos la luz.
Lo mismo no se puede decir de los que «no dudan de nada» en absoluto. Están muy seguros de sí mismos y de su conocimiento. Les basta, pues, con mirar a sí mismos para hallar respuesta a todo interrogante. Son incapaces de asombro alguno, de dejar que alguien, algo, les hiera en la membrana protectora de la mente cerrada.
No solo se creen, además, constituyentes de la autoridad. También hacen todo lo necesario para imponerla a sus súbditos. Por tanto, se arrogan el derecho de declarar pecadoras, o no pecadoras, a las personas, de abrir puertas y cerrarlas. Reemplazan a Dios. Seguramente, son los antepasados de aquellos que exigen que los superiores hagan ver que quienes mandan son ellos (SV.ES XI:238). Esto, claro, va en contra de la enseñanza de Jesús.
Mirar a las personas como las mira Jesús significa no despreciarlas. Es acogerlas en lugar de expulsarlas.
Fiel a su vocación de siervo, Jesús sana al mendigo ciego y lo saca de las periferias. Lo quiere formando parte de la comunidad. Pero, lamentablemente, parece que, por miedo, ni los padres del sanado quieren tener algo que ver con él. Y dentro de poco, lo excomulgan los sabios.
Jesús, sin embargo, no deja de mirar y buscar. Al encontrar al expulsado, le mejora la vista con la luz de la fe.
Y al mirar también a los pobres con las luces de la fe, descubriremos que hay más de lo que se ve (SV.ES XI:725). También lograremos guardar, al igual que ellos, la verdadera religión (SV.ES XI:120, 462), de mejor manera que los sabios. Con las buenas obras, además, brillará nuestra luz ante los hombres por la gloria de Dios (Mt 5, 16). No seremos, pues, ciegos insensatos que no comprenden a causa de la codicia (Mt 23, 16-22).
Señor Jesús, por tu gran amor entregas tu cuerpo y derramas tu sangre por nosotros. En ti creemos y te buscamos mirar para pedir que nos concedas la luz de la vida.
22 Marzo 2020
Domingo 4º de Cuaresma (A)
1 Sam 16, 1b. 6-7. 10-13a; Ef 5, 8-14; Jn 9, 1-41
Maravilloso hoy noviembre 2023…una bendición a mi vida.. Desde Quilicura.. Chile. Un abrazo en el amor de Cristo