Jesús, aunque grande, se hace pequeño. Atraídos, como él, por los pequeños, captamos el sentido de Navidad de que la grandeza está en la pequeñez.
En el principio existe el Verbo, está junto a Dios, y es Dios. Por medio de él se ha hecho todo, y sin él no se ha hecho nada de lo que existe. En otras palabras, ser Verbo quiere decir tener la inmensa grandeza de Dios.
Pero no hace alarde de esa grandeza el que está en el seno del Padre y lo da a conocer. Al contrario, se hace carne y habita entre nosotros. El Primogénito, sí, Dios Unigénito, se hace pequeño por nosotros para darnos grandeza con su pequeñez.
Así que el Verbo, en su encarnación (Juan), o Jesús, en su generación (Mateo y Lucas), ya personifica el «signo boca abajo». El niño indefenso mismo que parece ordinario, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, es la señal. Todo esto significa, entre otras cosas, que ganar es perder (Mt 10, 39; 16, 25; Mc 8, 35; Lc 9, 25; 17, 33; Jn 12, 25). Que la grandeza es la pequeñez, la riqueza, la bienaventuranza, es la pobreza, la fuerza es la debilidad, mandar es servir (Mt 18, 4; 20, 26-27; 23, 11; Mc 10, 43-44; Lc 9, 48; 22, 26).
Y así debe ser entre los cristianos, para que nos conformemos con Jesús y nos ajustemos a sus enseñanzas paradójicas. Siguiéndole en proclamar la Buena Noticia a los pobres, confiados en la Providencia y vaciados de nosotros mismos, aseguramos, sí, nuestra felicidad eterna, nuestra grandeza (SV.ES III:359). Y un signo muy eficaz y una prenda de la grandeza futura es la Cena del Señor.
Señor Jesús, derriba la soberbia que domina nuestros corazones. Y haz que seamos solidarios con los pobres y pequeños, y guardemos con ellos la verdadera religión, la fe viva (SV.ES XI:120). Pues a ellos les revela el Padre la auténtica grandeza y estas cosas que él esconde a los sabios con sus cavilaciones y especulaciones.
25 Diciembre 2019
Natividad del Señor
Is 52, 7-10; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18
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