Jesús, «hombre de grandísima oración» (SV.ES IX:380), intercede siempre por nosotros. Su sangre clama más fuerte a Dios que la de Abel. Clamar con fe, como Jesús, es asegurar que Dios nos haga justicia sin tardar.
Nos dice el Evangelio de este domingo que tenemos que orar siempre sin desanimarnos. Pero no se trata simplemente de la oración. Se trata más bien de una oración concreta, de clamar a Dios sin cejar que les haga justicia a los pobres.
Indudablemente, lo que se nos enseña forma parte de la palabra que se debe proclamar con persistencia a tiempo y a destiempo. Pero realmente la enseñanza es bien oportuna para el mundo contemporáneo.
Después de todo, también hoy día miles de personas caen en las garras de explotadores despiadados. Esas víctimas son tan indefensas que la viuda del Evangelio. Sus sufrimientos no dejan de clamar a Dios para reclamar justicia. Y procuramos nosotros clamar con las víctrimas y por ellas, pues creemos que Dios ve la aflicción que sufren y escucha el clamor de ellas.
Pero aun a Dios rogando nosotros y con el mazo dando, los pobres van sufriendo y haciéndose más pobres y numerosos. Mientras tanto los malvados van sin problemas y siguen prosperando (Sal 73, 3-12). Orgullosos y violentos, rebosan de malas ideas y desde lo alto amenazan con la opresión. No cesan de decir mentiras, promover falsedades y proferir intimidaciones, como si la ley aplicable fuera la ley del más fuerte. Lamentablemente, vivimos tiempos de exclusión, construcción de muros, separación y aislamiento.
Por eso, nos preguntamos si realmente ve, escucha y ayuda Dios. Pero el Evangelio nos dice, sí, con contundencia que Dios nos cuida y escucha nuestro clamor. Puede ceder incluso un juez que es la definición en persona de la corrupción. Cuánto más asegurará, pues, el Dios amoroso y misericordia que se les haga justicia a los pobres. Pero, ¿tenemos la fe que nos desea Jesús?
Hace la fe que nosotros nos dediquemos a orar y clamar a Dios pidiendo justicia.
Orar siempre sin deasnimarnos exige que tengamos fe. Y creer así quiere decir orar y clamar con Jesús a gritos y con lágrimas al que puede salvarnos (Heb 5, 7). Dios escuchó a Jesús, lo que nos da certeza de que Dios escucha a los pobres y les hace justicia.
La fe supone además conciencia aguda y práctica de la interacción entre la oración, la fracción del pan y el apoyo mutuo (Hch 2, 42-45). Todo esto lleva a que se les escuche a los pobres y se les haga justicia.
Señor Jesús, nos acercamos a Dios por ti, contigo y en ti, en la unidad del Espíritu Santo; intercede en nuestro favor. Y auméntanos la fe. Que siempre nos animemos a clamar ante Dios que haga justicia a las víctimas de líderes racistas, egoístas y corruptos.
20 Octubre 2019
29º Domingo de T.O. (C)
Éx 17, 8-13; 2 Tim 3, 14 – 4, 2; Lc 18, 1-8
0 comentarios