Jesucristo es el iniciador y perfeccionador de nuestra fe (Heb 12, 2). Es justo, entonces, que le pidamos que no deje de aumentar nuestra fe.
La fe es don divino (Rom 12, 3; Fil 1, 29; 2 Pd 1, 1). Es decir, nos la concede Dios, Jesús o el Espíritu Santo. Se la pedimos, pues, al que puede dárnosla, el único también que nos la puede aumentar.
Pero aclara Jesús que aumentar la fe no se ha de entender en sentido cuantitativo. Lo que importa es la la calidad de fe. En otras palabras, no se trata de abarcar y captar amplia, profunda y minuciosamente toda doctrina. Pues el Maestro no los llama bienaventurados a los escribas y los fariseos. Pronuncia ayes más bien contra ellos, y proclama dichosa a la gente pobre y sencilla.
A los pobres, humildes, sencillos, sí, revela Dios lo que esconde a los sabios y entendidos. Seguramente, lo importante de la ley, —la justicia, la misericordia y la fidelidad—, que pierden éstos de vista, esto lo intuyen aquéllos. Es que solo los pobres, humildes, sencillos, se disponen a recibir el don de fe, y guardar también dentro del corazón una fe viva que obra por amor.
Y lo comprueba esto la experiencia de san Vicente de Paúl (SV.ES XI:120, 462). Según él, entre los pobres, «se conserva la verdadera religión, la fe viva». Soportan con paciencia y paz sus miserias, sus penas y calamidades, y «creen, palpan, saborean las palabras de vida».
Y no es que los vea san Vicente de manera romántica. De hecho, reconoce que los pobres «son vulgares y groseros» en su aspecto exterior (SV.ES XI:725). Es consciente además él de que ellos ignoran hasta los principales artículos de la fe (SV.ES X:320-321). Con todo, no deja él de afirmar que «Dios hace abundar en ellos las gracias que les niega a los ricos y sabios del mundo».
Señor Jesús, infúndenos esa fe auténtica en ti que nos amas, y hazla aumentar siempre. Aunque pequeña, basta para hacernos más que vencedores en medio de aflicciones, angustias, persecuciones, hambre, desnudez y peligro. Que vivamos por la fe, para que podamos tomar parte en los padecimientos por el Evangelio. Y recuérdanos siempre que el pan y el vino, que se nos convierten en pan de vida y bebida de salvación, son trabajo de tantos pobres de fe.
6 Octubre 2019
27º Domingo de T.O. (C)
Hab 1, 2-3; 2, 2-4; 2 Tim 1, 6-8. 13-14; Lc 17, 5-10
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