Hay un anuncio de televisión de una compañía de tarjetas de crédito, que probablemente muchos hemos visto, que usa el eslógan «¿Qué hay en tu billetera?» Parecería que promueve que todos nosotros tengamos una de estas tarjetas de crédito, para asegurarnos poder comprar lo que necesitamos, a un solo golpe o clic de tarjeta, que ya no tenemos nada de qué preocuparnos mientras tengamos esa tarjeta, que ayuda a hacer nuestra situación financiera mucho más fácil y sin preocupaciones… hasta que llega el momento de pagar nuestros cargos mensuales de crédito. Tener esta seguridad en nuestra cartera hace la vida mucho más fácil. Si bien es cierto que me aprovecho de este tipo de crédito, me preocupa la forma en que se pone tanto énfasis en nuestro bienestar financiero para resolver todos nuestros problemas y cuestiones.

Como miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl desde hace mucho tiempo, soy muy consciente de que nuestra capacidad para ayudar a los que viven en la pobreza depende de nuestros propios recursos financieros. Sin embargo, me preocupa el nivel en el que a veces permitimos que el componente financiero afecte a nuestros esfuerzos de ayudar con sencillez. Esto puede significar ser demasiado intrusivo con cualquier procedimiento de admisión inicial que podamos tener con respecto a las finanzas de aquellos a quienes servimos. ¿Realmente necesitamos saber qué hay en sus carteras? ¿Permitimos que nuestras preocupaciones sobre lo que hay en las carteras de nuestra conferencia controlen lo que deberíamos estar haciendo?

El corazón vicenciano debe ser siempre uno que coloque a la persona por delante de la moneda. Si podemos colocar al individuo y a la familia en primer lugar y observar sus necesidades, será mucho más fácil encontrar soluciones. Nuestras soluciones o acciones no tienen por qué incluir dinero, sino que requieren que abramos nuestros corazones a sus necesidades. He experimentado momentos en los que hacer esto puede ayudarnos a encontrar maneras de usar la ayuda financiera de una manera que tenga un resultado más efectivo. Así que, antes de revisar nuestras billeteras colectivas, asegurémonos primero de que nuestros corazones estén realmente abiertos.

Sobre el autor:

Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es ex-presidente del Consejo Regional de Ontario de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Actualmente es presidente del Comité Nacional de Justicia Social de la Sociedad en Canadá. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.

Las opiniones expresadas son las del autor y no representan oficialmente las de la Sociedad de San Vicente de Paúl.