Nos alegra dar la bienvenida a Dee Mansi, que mensualmente escribirá un artículo en famvin. Podréis enconctrar su reflexiones a mediados de cada mes.
¿Es solo otra noticia o un problema que no tiene nada que ver con usted? Los vicencianos, en todas partes, deberían estar pensando cómo hacer que el gobierno aborde cualquier tipo de injusticias. Esta noticia muestra lo que un pequeño grupo de personas decididas puede lograr.
¡DIOS NO TIENE PAÍS! Así lo dijo el monseñor irlandés Hugh O’Flaherty, conocido como La Pimpinela Escarlata del Vaticano (véase también el reciente artículo publicado el 7 de marzo, en ingles: Religiosa irlandesa recibe el Premio Humanitario Hugh O’Flaherty).
Los valientes esfuerzos humanitarios de monseñor salvaron miles de vidas en la Roma ocupada por los nazis durante la II Guerra mundial. Se le otorgó el debido reconocimiento con la Medalla de la Libertad de los Estados Unidos con Palma de Plata, la Orden del Imperio británico y fue elogiado por varios países. Puedes conocer su historia viendo la película «Escarlata y negro» (1983), interpretada por Gregory Peck.
Tengo muy presente en mi mente este mantra: «Dios no tiene un país», cuando cuestiono las decisiones internacionales sobre disparates en las fronteras y la migración. Y así, el 11 de marzo de 2015, ¡mi familia vicenciana local marchó hacia el ayuntamiento!
¿Por qué marchar, podríais preguntaros? El gobierno británico había decretado que cada consejo local del país aceptara 50 refugiados cada uno, en el apogeo de la guerra en Siria. Habíamos visto numerosos ejemplos de sufrimiento en el mar Mediterráneo y la miserable caravana de tristeza que se movía por toda Europa buscando asilo y seguridad en algún lugar – en cualquier lugar, lejos de la Siria devastada por la guerra. Alemania había abierto sus puertas a un millón, o a más; otros países se resistieron a la entrada. Grecia, Italia y Francia no tenían tal elección. Mis hermanas de AIC ayudaron en los diarios esfuerzos para salvar y cuidar a los refugiados que arribaban a sus costas. Entonces, ¿qué pasa con Gran Bretaña?
Algunos querían llegar a Gran Bretaña, y fue este supuesto «tsunami de refugiados» el que creó la resistencia a admitir la cuota local acordada de 50 personas. Pasó el tiempo y se hizo evidente que el Consejo de Barnet, y otros, no iban a actuar. Actuamos impulsadas por nuestro tema de colaboración de la Familia Vicenciana de «Dar la Bienvenida a la Forastero».Nuestras dos sinagogas liberales judías de la locaidad se unieron a los cuáqueros, abrieron sus puertas para recibir a estos refugiados musulmanes. ¿Qué pasó después?
Se evaluaron las necesidades de nuestros amigos sirios recién llegados. Durante semanas fue algo puramente doméstico; una tienda de ropa y muebles para el alojamiento privado recién adquirido, necesario por la falta de vivienda social y al resentimiento de los lugareños que esperaban en la lista del Consejo Municipal. ¡Nadie dijo que iba a ser fácil! ¡Los migrantes siempre han tenido que demostrar su valía!
El nombre neutral de «Coffee Morning» se convirtió en un aula de lengua y cultura y, finalmente, un taller de preparación para el trabajo.
Una guardería disponible, niños en edad escolar inscritos… luego, asegurados y apoyados, nuestros amigos hablaron sobre su Habilidades, esperanzas y sueños. Cuatro de los 30 adultos están ahora en la universidad convalidando sus títulos, muchos otros en las clases de idiomas de la universidad local, y, con la documentación aprobada, otros ya están empleados.
Cuatro años después, todos están muy ocupados, Coffee Club es ahora un centro de apoyo semanal. ¡Imaginad nuestro alegría cuando descubrimos la deliciosa cocina siria! ¡Sí! Los empresarios salieron a la superficie, y los locales de comida siria se encuentran ahora entre los favoritos de la localidad, con gran éxito comercial.
Toda esta esperanza oculta los muchos, muchos problemas e intervenciones necesarias para brindar soluciones a «nuestros vecinos». ¿Los «tratamos como a nosotros mismos»? Bueno: sí y no. ¿Cómo nos sentiríamos si nos viéramos obligados a dejar nuestro cómodo hogar, llevando con nosotros el horror de dejar atrás a familiares y amigos muertos y mutilados? Los meses y años de incertidumbre desperdiciada y prolongada en los campos de refugiados se están atenuando a medida que mis maravillosos amigos trabajan arduamente para integrarse, contribuir y vivir sus vidas al máximo. ¡Gracias a Dios!
Dee Mansi es seglar, miembro de AIC y de la Comisión de Colaboración Vicenciana; directora de escuela jubilada, inspectora de escuelas y profesora de liderazgo en educación. Dee es irlandesa, vive en Londres con su marido y su hijo, y viaja por Europa y por todo el mundo.
Las opiniones expresadas son las propias de la autora.
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