En una reunión de los dirigentes de la Sociedad, en 1847, Federico Ozanam declaraba: “… es esencial que la Sociedad reclute sus miembros entre los jóvenes. La Sociedad nació hace catorce años: no debe envejecer a medida que sus fundadores envejecen y que la caridad se convierte en una práctica rutinaria. Los jóvenes son útiles por su audacia, incluso por sus actos imprudentes, por las nuevas ideas que aportan, por las iniciativas que no se nos habían ocurrido.”
Federico no subestimaba en modo alguno la contribución de los miembros más mayores. Él era consciente de que él y otros miembros antiguos aportaban a la Sociedad experiencia, sabiduría y destrezas de eficacia probada. Él instaba a sus pares a quedarse en la Sociedad, y les animaba a terminar sus vidas en la batalla (¡realmente, ellos no eran tan viejos! – Federico sólo tenía 34 años) antes que en el reposo. Él se hacía eco de las palabras de Vicente de Paúl a sus seguidores: “No importa si nos morimos pronto o tarde, con tal que muramos con las armas en la mano.” (CCD: XI:366)
Pero Federico, como cofundador de una ardiente Sociedad, reconocía la importancia de la presencia constante de los jóvenes para que la Sociedad pudiera conservar su vitalidad.
Actualmente, hay escritores que declaran a menudo que los jóvenes son el futuro de la Iglesia; ellos seguirán probablemente vivos cuando la mayoría de nosotros haya fallecido. Pero recientemente, el 27 de enero de 2019, en su homilía final durante la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, el Papa Francisco modificó esa declaración. Habló de forma conmovedora a los reunidos procedentes de todo el mundo: “Queridos jóvenes, vosotros no sois el futuro, sino el ahora de Dios, y Dios os invita y os llama en vuestras comunidades y ciudades a salir y encontraros con vuestros abuelos y vuestros mayores; a poneros de pie y, junto con ellos, pronunciaros y realizar el sueño que el Señor ha soñado para vosotros.” Les instó a “ser conscientes de que tenéis una misión de enamorarnos; esto decidirá todo … Podemos tenerlo todo, pero si nos falta la pasión del amor, no tendremos nada.” Él les hizo una llamada: “Dejemos que el Señor nos haga enamorarnos!”
El Papa Francisco explicó que “el ahora de Dios” se hace presente en Jesús. “Es un amor misericordioso que no espera a que haya situaciones ideales o perfectas para aparecer … Es el tiempo de Dios lo que hace que cada situación y lugar sean tanto correctos como apropiados. En Jesús, comienza el futuro prometido y se convierte en vida.” Él desaconsejó a los jóvenes pensar que “vuestra misión, vuestra vocación, incluso vuestra vida misma, son una promesa lejana en el futuro, que no tiene nada que ver con el presente. Como si ser joven fuera una especie de sala de espera, donde estamos sentados hasta que nos llamen.”
Cuando vosotros, los líderes actuales de la Sociedad, os reunáis en Oporto, os animo a reflexionar sobre las siguientes preguntas:
- ¿Fomentamos los grupos de jóvenes vicentinos en todos los países en los que existe la Sociedad? ¿Tendemos la mano a los jóvenes en las universidades cercanas (la cuna de la Sociedad) y en las parroquias?
- ¿Somos buenos mentores para los jóvenes? ¿Sabemos hablar con los jóvenes de forma simple, humilde y entusiasta? ¿Les damos testimonio, a través de nuestras vidas, de la importancia de los pobres en el Reino de Dios y les invitamos a unirnos al servicio de los marginados? ¿Nos asociamos realmente con ellos, para que la experiencia de los años y la energía de la juventud se combinen armoniosamente?
- ¿Animamos a los jóvenes a que vislumbren su vocación individual, a escuchar cada día la llamada de Dios, a elegir su propio futuro, a fin de que se impliquen en los programas de servicio y evangelización en nombre de los que son pobres, y a que asuman roles de liderazgo?
- ¿Permitimos a los chicos y chicas jóvenes, como insinuó Federico en la cita de más arriba, que se equivoquen y que aprendan de su experiencia sin sobreprotegerlos y sin ser autoritarios?
Federico señaló que los jóvenes tienen dinamismo y entusiasmo, imaginación y espontaneidad. Traen nuevos horizontes a las comunidades. Tienen la capacidad de prever nuevas soluciones. A menudo, están libres de las categorías o estructuras rígidas que se incrustan a lo largo de los años. Están dispuestos a “soñar el sueño imposible.” Encuentran fácil el identificarse con las palabras de Vicente de Paúl de que “el amor es ingenioso hasta el infinito.” (CCD:XI:131)
Robert Maloney, C.M.
Fuente: https://ssvpglobal.org/
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